martes, 10 de diciembre de 2019

2018 Es imposible prohibir la alegría, marzo MUSEO DEL TRAJE


https://www.cultura.gob.ar/murgas-una-practica-que-cuida-la-memoria_5532/

En el marco de las conmemoraciones por el 24 de marzo, en el Museo de la Historia del Traje, grandes murgueros afectados por la dictadura militar, contaron cómo y por qué las murgas son un espacio para ejercer memoria.

Coco Romero: “Es imposible prohibir la alegría”

Conocido como Coco Romero, Gualberto Elio Milagro Romero tiene 62 años y se dedica a la murga y el carnaval desde hace 40. Atravesado por la violencia dictatorial, para librar la lucha cultural a la represión, en 1977 fundó un grupo de murga que marcó a diferentes generaciones: “La fuente”.

“Hice la colimba en el año 1976, pertenezco a una generación que peleó contra la dictadura desde los espacios de la cultura. El 76 me marcó. De todo ese periplo tengo compañeros desaparecidos, empezando por mi compañera de entonces: tiene una baldosa en la calle Rivadavia. Fuimos signados por la violencia de la dictadura. Como jóvenes, en ese momento nos expresábamos y buscábamos una alternativa a través de las disciplinas artísticas. Yo me sentí siempre muy atraído por la murga, así que un año después, en el 77, con un amigo nos encontramos en una pensión de San Isidro y un año después, hace 40 exactamente, fundamos un grupo llamado 'La fuente', que actuó desde el 78 hasta el 83. Los discos están y en ellos se puede dar cuenta de los desaparecidos, de los pibes de la calle, de la conquista. Nos salvó la vida poder hablar de lo que estaba pasando, y todos los jóvenes que nos seguían utilizaban este espacio que ofrecía La fuente: nos encontrábamos a través de la poesía y la música. Con la murga en un momento yo recordé mi infancia de felicidad y compuse una canción que se llama 'Dónde fueron los murgueros', que fue parte del repertorio. En todos los recitales de La fuente terminábamos con ese tema. Es más, yo escribí en algunas partes que todo comenzó con una canción que yo le canté a mi infancia feliz mientras, en el 76, un decreto prohibía la aparición del carnaval en el calendario. Yo, siendo joven, me preguntaba '¿cómo van a prohibir esto?'. 'Es imposible prohibir la alegría'. Yo me crié en el barrio de Belgrano R y ensayábamos en el terraplén de la estación. Esta canción cuenta ese momento de mi infancia:

'Dos camiones con baranda/ los trajes con lentejuelas
dos camiones con baranda/ y palmeras como techo.
Reunión en el terraplén/ con estrellas en el suelo
y una sola lamparita/ cuando se apagaba el sol'

Y al margen que contaba esa infancia feliz, de repente decía: 'Eo eo eo eo, dónde fueron los murgueros, eo eo eo eo dónde fueron a parar'. Los pibes se ponían a bailar murga. Esa señal fue para mí la más significativa durante la dictadura: cómo las catacumbas culturales sirvieron para hacer de alguna manera la resistencia de un fenómeno de la cultura popular que siempre estuvo ignorado, pero que especialmente, a través de un decreto, quisieron silenciar y fue imposible. La fuente fue un grupo que actuó en estadios. Llenamos Obras sanitarias, cantamos en la cancha de Vélez. Había miles de jóvenes que peleábamos por vencer a la dictadura con nuestras armas, y nuestra arma durante todo el período de la dictadura fue la cultura. Quizás lo hicimos para mitigar el dolor, a veces siento corporalmente cuestiones que me pasaron y, de repente, la pérdida de gente querida es algo que si no te pasa es muy difícil de transmitir, pero a nosotros ese espacio festivo nos curó. Quizás la alforja para resistir todo el camino estuvo en la alegría recibida, en los momentos más difíciles de la sociedad, de todos los compañeros. A nosotros, cantar lo que pasaba nos curó, y para los jóvenes que nos escuchaban las canciones también fueron significativas para tirar una esperanza hacia adelante y encontrarnos en un tiempo distinto”.

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