Luis Aubele
Diario La Nación.
Diario La Nación.
Martes 27 de junio de 1995.
“Comencé a participar en murgas por la pertenencia. Integraba una barra que se reunía cerca de la estación Belgrano R. En realidad, hacíamos muchas otras cosas. Como cazar mariposas o robar sandías en la estación Colegiales, recuerda Coco Romero, músico y estudioso del carnaval porteño.
Posteriormente cambió de grupo, cruzó la avenida Cabildo y se enroló en un grupo más intelectualizado que se reunía en los alrededores del museo Larreta, en Juramento y Obligado: “Allí descubrí la murga como expresión popular de riqueza insospechada”. Desde entonces, Romero ( le gusta definirse como un murguero) dedica sus desvelos a rescatar y difundir el género. Entre sus obras más celebradas figura una historieta sobre los orígenes del carnaval porteño, con dibujos de Enrique Breccia.
Una de las primeras tareas fue la creación de La Aldea (1980-82) y Los Caballeros del Caño (1989-90), conjuntos que improvisaban a partir de ritmos rioplatenses, entre otros el candombe.
“Cuando se analiza la murga porteña se descubre un fenómeno extraño: la profunda separación entre una generación y otra –interpreta-; en cada período, poetas y participantes parecen comenzar de cero, como si nunca hubiese existido ese género tan tradicional llamado murga”.
Para solucionar el problema, Romero puso en marcha hace seis años, en el Centro Cultural Ricardo Rojas, talleres que tiene por finalidad restañar fracturas, estudiar y difundir el género: “Logramos formar dos conjuntos , Los Quitapenas del Rojas y Los Traficantes de Matracas. El próximo paso será instalar espacios similares en escuelas primarias y secundarias”, asegura.
Paralelamente, Romero edita El Corsito, una hoja de distribución gratuita que rescata coplas, artículos, fotos e incluso dibujos y pinturas del carnaval de antaño. La vereda es pa pasar, / no queremos avivadas./ Y al que quiera jorobar/ lo rompemos a patadas, se lee en el número uno.
Además es fundador del “Centro Murga Yo lo vi”, “la base es un grupo de intérpretes que recrea las características que tiene a la murga, con su espacio y su complejidad, como protagonistas”, explica.
Su última ocurrencia es salir con el seudónimo Carnavalero a cantar y narrar historias vinculadas con la fiesta del rey Momo, a la manera de los antiguos juglares, por bares y peñas: “Vivimos inventando cosas porque, como digo en la presentación de El Corsito, los que estamos en esto tenemos un magnífico corso a contramano en el interior… y una murga de bolsillo.
“Comencé a participar en murgas por la pertenencia. Integraba una barra que se reunía cerca de la estación Belgrano R. En realidad, hacíamos muchas otras cosas. Como cazar mariposas o robar sandías en la estación Colegiales, recuerda Coco Romero, músico y estudioso del carnaval porteño.
Posteriormente cambió de grupo, cruzó la avenida Cabildo y se enroló en un grupo más intelectualizado que se reunía en los alrededores del museo Larreta, en Juramento y Obligado: “Allí descubrí la murga como expresión popular de riqueza insospechada”. Desde entonces, Romero ( le gusta definirse como un murguero) dedica sus desvelos a rescatar y difundir el género. Entre sus obras más celebradas figura una historieta sobre los orígenes del carnaval porteño, con dibujos de Enrique Breccia.
Una de las primeras tareas fue la creación de La Aldea (1980-82) y Los Caballeros del Caño (1989-90), conjuntos que improvisaban a partir de ritmos rioplatenses, entre otros el candombe.
“Cuando se analiza la murga porteña se descubre un fenómeno extraño: la profunda separación entre una generación y otra –interpreta-; en cada período, poetas y participantes parecen comenzar de cero, como si nunca hubiese existido ese género tan tradicional llamado murga”.
Para solucionar el problema, Romero puso en marcha hace seis años, en el Centro Cultural Ricardo Rojas, talleres que tiene por finalidad restañar fracturas, estudiar y difundir el género: “Logramos formar dos conjuntos , Los Quitapenas del Rojas y Los Traficantes de Matracas. El próximo paso será instalar espacios similares en escuelas primarias y secundarias”, asegura.
Paralelamente, Romero edita El Corsito, una hoja de distribución gratuita que rescata coplas, artículos, fotos e incluso dibujos y pinturas del carnaval de antaño. La vereda es pa pasar, / no queremos avivadas./ Y al que quiera jorobar/ lo rompemos a patadas, se lee en el número uno.
Además es fundador del “Centro Murga Yo lo vi”, “la base es un grupo de intérpretes que recrea las características que tiene a la murga, con su espacio y su complejidad, como protagonistas”, explica.
Su última ocurrencia es salir con el seudónimo Carnavalero a cantar y narrar historias vinculadas con la fiesta del rey Momo, a la manera de los antiguos juglares, por bares y peñas: “Vivimos inventando cosas porque, como digo en la presentación de El Corsito, los que estamos en esto tenemos un magnífico corso a contramano en el interior… y una murga de bolsillo.