viernes, 27 de noviembre de 2015

2003. Murgas son las de ahora Revista La Nación- Febrero


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Murgas son las de ahora

En 1990 había diez murgas en todo Buenos Aires. Hoy, doscientas agrupaciones se muestran en los corsos y vuelven a ser una saludable realidad
23 de Febrero de 2003
Los nombres. Eso es lo que primero llama la atención. Un desfile de tomaduras de pelo, de declaración de principios. De los más antiguos, como Los Pegotes de Florida, a los más nuevos, como Los Quitapenas, Los Acalambrados de las Patas, Los Averiados por el Corcho, pasando por los tradicionales, como Los Mocosos de Liniers, Los Preferidos de Villa Urquiza, o los nuevos con inspiración tradicional –Los Apasionados de Lugano– y los vanguardistas pop como Los Colifatos de la Llanura, una murga de General Villegas que inspira sus espectáculos en las obras de Manuel Puig.

En los últimos años, la murga es un fenómeno que no deja de crecer. Después de largas décadas de adormecimiento, el carnaval parece más vivo que nunca: si en los 90 había escasas doce murgas en la ciudad de Buenos Aires, hoy hay más de doscientas y cada vez es más fuerte el movimiento que intenta restituir el feriado a los dos días previos al miércoles de ceniza.

Bebe Lamas es cantante, añoso y dice que nació entre lentejuelas. Pasó por Los Mocosos de Liniers, Los Viciosos de Almagro, Los Envidiados de Palermo y hasta por la modernísima Los Quitapenas.

–Ahora estoy en Los Preferidos de Villa Urquiza. La murga es más porteña que el Obelisco. Antes, la gente trabajaba todo el año para hacerse la ropa. Estábamos seis meses recordando lo que habíamos hecho esos seis días y esperábamos seis meses para hacer los próximos seis días. Después eso pasó.

El taller de la murga Los Apasionados de Lugano funciona en la casa de Carlos Garay y su mujer, dos trabajadores de la salud del hospital Garrahan. Comprometidos con la realidad del barrio en el que viven, Carlos y su mujer decidieron abrir la casa a la comunidad y crear allí una especie de centro cultural sui géneris donde los chicos tuvieran algo mejor que hacer que consumir todo tipo de sustancias, legales e ilegales. De modo que ahora en la casa abierta a toda hora funcionan cursos de boxeo, ajedrez y la murga Los Apasionados de Lugano. Ellos cosen sus trajes, los bordan, los decoran, y así esta tarde de bochornoso verano un enorme muchacho da delicadísimas puntadas enhebrando mostacillas sobre la cara del Che Guevara.

–Acá en el barrio cuando anunciamos que íbamos a hacer un taller de murga los pibitos nos miraban como diciendo se volvieron locos –dice Carlos–, pero para nosotros es una herramienta para demostrar que sin drogas ni alcohol podemos hacer que los pibes hagan ajedrez, boxeo, se diviertan, aprendan y no anden en la calle sin rumbo. Esto es lo contrario de lo que la gente piensa de la murga, que son vagos, drogadictos, juntavagos.

Los Apasionados de Lugano no son nada de eso. Son una gente correctísima, tan respetuosa que, aunque vengan locos de entusiasmo ensayando por la calle, detienen todo retumbar cuando pasan delante de la Escuela Científica Basilio, una congregación religiosa.

–Es que nos pidieron por favor, porque dicen que les espantamos los espíritus –dice Carlos Garay, sin sombra de broma.

La división básica en las murgas es entre murgueros y directores. Los murgueros forman el cuerpo de baile. Los directores han ganado, por bailar mejor o por antigüedad, ese lugar; van cerca de los bombos y son responsables por las coreografías y los ritmos. Abriendo el desfile va el estandarte y detrás, las mascotas, un grupo de chicos escoltado por un director. Después un grupo de banderas, dados enormes de tela y paraguas, que son los emblemas tradicionales de la murga porteña. Esos adornos separan el cuerpo de mascotas del cuerpo de mujeres. Detrás de las mujeres van los bombos, rodeados por los directores, y por último los bailarines. Todos llevan levita, a cual más adornada, y la pasada de una murga dura 45 minutos. Luego del desfile, algunos de los integrantes, entre ellos los tres cantantes, suben al escenario. Una vez allí se hacen la entrada, la crítica y la salida. En la entrada, a través de un recitado, la murga se presenta, cuenta su historia. Después viene el plato fuerte: la crítica, algo así como la declaración de principios de la murga, una canción que puede tener contenido político, social o humorístico, que se canta sobre la música de alguna canción muy en boga, con otra letra. Esa letra puede ser una creación colectiva o la obra de algún letrista. Después de una canción de retirada, el murgón se va con lo que le queda.
Murgas modernas

El Centro Cultural Ricardo Rojas dedica todo este mes y hasta el 8 de marzo una serie de muestras y jornadas reflexivas sobre el carnaval. Muchos dicen que buena parte de este esplendor se debe a un solo nombre, y ese nombre es el de Coco Romero, responsable desde los años 90 del taller de Murgas del Centro Cultural Rojas.

–La murga era la diversión de mi infancia. Yo empecé con Los Mareados de Belgrano. Después la vida me llevó a otros rumbos, hasta que hice un viaje por Salta, donde nací, y vi todo lo que hay allá en cuanto a expresiones populares. Cuando volví a Buenos Aires dije la murga. Y no paré. En 1988 hice un seminario sobre murgas en el Rojas y fue un éxito, pero en ese momento, si había 12 murgas en la ciudad era mucho. Entonces me propuse levantar el taller, y hoy hay no menos de doscientas. Los jóvenes han encontrado una vuelta política o artística o un punto de encuentro en esto. La primera murga que salió del Rojas ya tiene 12 años y fue Los Quitapenas.

Luciana tiene 30 años, Verónica Daián algo más de 20, Tato casi 40. Los tres tienen en común la pasión murguera en general y por Los Quitapenas en particular. Los Quitapenas empezaron a pensar la murga como espectáculo de escenario, aunque aseguran que el arte de este arte popular alcanza su expresión máxima en la calle, con el olor del adoquín bajo la suela saltarina y la gente que mira y mira y aplaude aplaude.

–Eso de que la gente se corra para hacerte lugar es increíble –dice Luciana Vainer–. Es como si esos días la ciudad fuera tuya.





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