miércoles, 31 de julio de 2024

2006. Presentación de la Primera edición del libro: "La murga porteña. Historia de un viaje colectivo".



Historia de un viaje colectivo
Coco Romero presentó su libro sobre la murga porteña
21 de julio de 2006
Mauro Apicella
LA NACIÓN

El primer corso oficial de Buenos Aires se realizó en 1869 pero ninguna crónica de la época habla de murgas en aquel festejo de carnaval. Sólo para a principios de 1880 comenzó a sonar esa denominación. Existe un relato de 1884 donde un periodista afirma: "Esto va a ser una plaga".
Coco Romero recordaba ayer, en el Centro Cultural Rojas, esta anécdota con una sonrisa en el rostro. Tal vez porque en los últimos años la murga porteña se expandió como plaga; tal vez porque él (investigador, músico y murguero) finalmente presentó un libro donde explora más de cien años de murga (desde su origen hasta las influencias y la evolución).
El libro de Coco -"La Murga Porteña, historia de un viaje colectivo"- es necesario para conocer el camino de esta expresión cultural tantas veces bastardeada. Sirve para que la palabra murguero no tenga acepciones peyorativas y para que el presente de estas agrupaciones devotas del carnaval se conecte de mejor manera con su pasado.
En esta publicación de editorial Atuel, con bastante documentación de textos y fotografías, se indaga en la conformación de la murga porteña y en sus posibles orígenes en expresiones gaditanas mezcladas con influencias cubanas ("en la primera parte hay bastante de ensayo", explicó el autor durante la presentación).
Luego, las posteriores influencias que tuvo ya instalada en el Río de la Plata: la milonga en el origen rítmico, el tango prostibulario, el circo criollo y las agrupaciones humorísticas que aparecieron antes de que surgiera la murga con esa denominación, entre otros elementos que se fueron sumando con los años.
Por capítulos, el investigador se refirió a la murga inmigrante, a la crítica social -con la ironía instalada por José Podestá y su personaje circense Pepino el 88- a las murgas humorísticas, a los centros murga y los talleres que comenzaron a funcionar en el Rojas, en 1988.
Varios de los capítulos están atravesados por testimonios y homenajes a murgueros legendarios. De ahí que para la presentación del libro, además de algunos comentarios que resumieron el material (del prologuista Ricardo Santillán Güemes y de Romero) hubiera un poco de murga en vivo.
Coco y su grupo la Matraca subieron para recordar viejos cantos y personajes como Nariz, muy queridos en el ambiente, y para rendirle tributo a músicos como Alejandro del Prado, que tomaron elementos de esta expresión para volcarlos en su música.

Todo un coro de carnaval
Bombo con platillo y redoblante, siete personajes que pusieron sus voces (el preso, la monja, pepino, el gaucho y el arlequín, entre otros) y Coco, que también puso su voz y su guitarra. Todos ellos fueron de la partida para colorear la presentación del libro junto a algunos invitados.
Porque también subieron bailarines como el veterano Daniel "Pantera" Reyes y el joven ricotero Gastón Santamarina, de los Endiablados de Villa Ortúzar, y un cantor como Carlos Paltrinieri, de Los Inquietos de Monte Castro. Después se escucharon temas como "La murguita de Villa Real", de Del Prado, que a estas alturas ya es un clásico de la música rioplatense hecha en Buenos Aires, y piezas que Romero escribió en distintas época de su carrera.
El relato de éste tiene datos y opinión y, según el autor, "fue una manera de cerrar una etapa". El recorrido de la publicación termina en 1996, cuando los talleres del Rojas dieron paso a la creación de murgas y esas murgas salieron del centro cultural para presentarse en otros escenarios.
Pero la historia no terminó ahí ya que sin hurgar demasiado se puede comprobar el crecimiento de este movimiento (incluso como expresión artística que no depende únicamente del carnaval) durante la última década. Las cifras lo demuestran, igual que la última palabra que Coco escribió en su libro: "Continuará".

Mauro Apicella



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