lunes, 21 de diciembre de 2020

1989. "Donde fueron los murgueros". Nota de Luis Ini en la revista El Equipo


1989
Donde fueron los murgueros
Sección Gorro y bandera
Revista El Equipo de TEA.
Por Luis Alberto Ini

"DONDE FUERON LOS MURGUEROS"
"Uhh... salí, ¿de esa murga sos?"
Quién, alguna vez, no habrá sufrido la ironía del infaltable tío dominguero que, de esta forma, se burlaba de una precoz y pasional preferencia futbolera. Así era, porque hoy, mucho que digamos, de murgas no se habla. Acá, entre nosotros; ¿qué es una murga, papá?

Según el diccionario común y corriente, murga significa conjunto de músicos callejeros, conjunto de músicos malos; se supone que de origen español, la palabra —de etimología desconocida— refiere a grupo de cantores que entonan coplas desafinadamente, con el fin de obtener algún "cobre" en las casas adineradas del barrio.

En las plateadas pampas, más precisamente en Buenos Aires, la murga tiene una historia muy emparentada con el carnaval porteño. Dicen los que saben que el primer corso oficial de la ciudad data de 1869, aunque ciertos testimonios aseguran que, diez años antes, ya existía la comparsa —que, como veremos, se diferencia de la murga— llamada "El chorro", en clara y cristalina alusión al carnavalesco juego del agua (que adquiría tal violencia que llegó a ser prohibido por Rosas).

En general estas formaciones festivas estaban compuestas por negros, que aprovechaban las carnestolendas para satirizar, libremente y sin represalias, a sus patrones. Tampoco faltaban comparsas de blancos pintados con corcho quemado.

Ya para principios de siglo, 19 corsos veían pasar comparsas, murgas y otras variedades análogas: los orfeones y las rondallas, formados por inmigrantes franceses y españoles. De esta época data lo que Enrique González Tuñón caracterizó como la "murga rante, constituida por los herederos del compadraje, redoblando en las latas vacías una copla picaresca aprendida en el baldío".

Desde entonces hasta hoy muchos carnavales han pasado, cada vez con menor intensidad, pero el corso —discepolianamente— se extendió a toda la vida política del país. Quedan, pese a todo, reductos donde el alma, la rebeldía y el entusiasmo de aquellos negros perduran, donde la alegría del paso murguero subsiste.

"Intentamos mantener este arte popular nacido en los clubes y umbrales de almacenes —se ocupan en aclarar "Los mocosos de Liniers", una murga con poco más de un cuarto de siglo de existencia—, con toda nuestra estructura murguera tradicional: de 60 a 130 integrantes, entre hombres, mujeres y niños (las mascotitas), y claro, estandarte, fantasías (globos y dados), directores femeninos y masculinos y murguistas, y el corazón y la temperatura de la murga: los bombistas."

Esta precisión viene a cuento para mentar a !as comparsas: de 400 a 1.000 integrantes tanto las nacionales como las extranjeras, con el agregado de instrumentos de viento, redoblantes, "otras especies (los travestis)" y ausencia en la creación de letras.

"Detrás de una murga hay una familia barrial, solidaridad y compañerismo, y creo que es una cosa que hay que rescatar", dice Coco Romero, músico y coordinador de un ciclo de murgas que, durante todos los domingos de este mes, se está realizando en el Teatro de las Provincias, Av. Córdoba 6056.

Precisamente, en esa tarea de encontrar un espacio a estas manifestaciones populares, Coco ha promovido un encuentro de directores de murgas y comparsas. Será el 1' de diciembre y a las 19.30, en el Fondo Nacional de las Artes, "para ver —dice— si desde organismos que apoyan a los artistas populares existe la posibilidad de hacer un relevamiento y una ayuda concreta a este tipo de expresiones. Se trata de despertar un elefante —finaliza Coco—, de recuperar una alegría que esta dormida".

Dicen que la murga puede radiografiar la historia del país; que, en su interior, se produce un encuentro generacional que va de abuelos a nietos; que sus límites son tan inabarcables como la necesidad de expresar críticas (a Menem, Los Mocosos le piden "que se estire un poquitito/y lo indulte a mi primo Enrique": o los programas de tv, que ofrecen tanto que "las ilusas gana-doras/quedan con la boca abierta:/lo que ganaron adentro/se lo sacan en la puerta); que, en fin, "cuando se va el murgón, queda pena en el corazón."
por LUIS ALBERTO INI

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