El carnaval se instala en la ciudad
Unas siete mil personas participan cada fin de semana en algunas de las 67 murgas inscriptas en Buenos Aires18 de octubre de 1999Los bombos y los redoblantes ya no tienen que esperar que llegue el carnaval para subir a escena. Desde hace algún tiempo, las murgas salen a hacerse oír todo el año por las calles porteñas. Están en los barrios y en las plazas. Llevaron su ritmo a los centros culturales y a los colegios. Son el alma de la fiesta en muchos casamientos y en las canchas de fútbol se hicieron fuertes para mantener vivo su espíritu.
El resurgimiento comenzó hace once años en el Centro Cultural Ricardo Rojas, donde se formaron los primeros talleres de murgas. Según la Comisión de Murgas del Gobierno de la Ciudad, hace tres años las agrupaciones registradas eran sólo 19. Este año ya hay 67 que se están preparando para el próximo carnaval.
Hace dos años fueron reconocidas como patrimonio cultural de la ciudad y desde entonces se les permite ensayar en las plazas. Pero los murgueros todavía reclaman que el lunes y martes de carnaval vuelvan a ser feriados. "Buscamos un lugar en la ciudad y un espacio en el calendario", afirmó Diego Robacio de la Asociación M.U.R.G.A.S (Murgas Unidas Recuperando y Ganando Alegría Siempre).
Con bombos y platillos
Son siete mil personas que los sábados y domingos se calzan la levita y salen a bailar por las calles de Buenos Aires. "Aprendimos que en la vida no son todas pálidas y que todavía existen causas por las cuales jugársela", aseguró Mónica Kersberg, de La Redoblona. Para ella, como para otros murgueros, el corso no es sólo un lugar para ir a bailar. "Para nosotros es una manera de hacer oír nuestra voz de protesta."
Asumen la denominación de murgueros con orgullo y vocación. "El bombo y los platillos dicen cosas, se quejan, pero hay que saber oír lo que están diciendo", apuntó Félix Loiácono, de Pasión Quemera. "Hoy, la gente ya no cree en la política y busca lugares como la murga donde poder participar", agregó.
"La murga funciona como una contrapropuesta. Frente a la globalización propone una identidad con el barrio, frente a la exclusión propone un espacio de encuentro", aseguró Robacio, de Gambeteando el Empedrado.
Las murgas encontraron un espacio en los centros culturales que retomaron esta tradición popular -que se pasaba oralmente de generación en generación- y le dieron forma de taller.
El creador de esta suerte de fábrica de murgueros es Coco Romero, director de la revista "El Corsito", que desde hace 11 años lleva adelante un taller en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Cuando los murgueros hablan de su historia todos nombran a Coco. "Desde chico tuve fascinación por la murga. Por eso decidí dedicarme por completo a lo que es, en esencia, mi vida", aseguró.
"El gran logro de los talleres es que los chicos juegan a la murga. La idea es rescatar y valorar ese espacio de diversión perdido y pelear para que deje de ser tomado como marginal", explicó Romero. "Para que podamos seguir creciendo debe haber gente preparada. Eso buscamos con el taller", agregó.
Luego del impulso inicial del Rojas, 15 centros culturales barriales tomaron la posta de los talleres de murga. "Antes, la única manera de aprender era mirando. Lo que ahora hace el taller es retomar esa manifestación popular y sistematizarla", dijo Tamara Alonso, directora del Centro Cultural Roberto Arlt, de donde surgieron tres murgas.
Son siete mil personas que los sábados y domingos se calzan la levita y salen a bailar por las calles de Buenos Aires. "Aprendimos que en la vida no son todas pálidas y que todavía existen causas por las cuales jugársela", aseguró Mónica Kersberg, de La Redoblona. Para ella, como para otros murgueros, el corso no es sólo un lugar para ir a bailar. "Para nosotros es una manera de hacer oír nuestra voz de protesta."
Asumen la denominación de murgueros con orgullo y vocación. "El bombo y los platillos dicen cosas, se quejan, pero hay que saber oír lo que están diciendo", apuntó Félix Loiácono, de Pasión Quemera. "Hoy, la gente ya no cree en la política y busca lugares como la murga donde poder participar", agregó.
"La murga funciona como una contrapropuesta. Frente a la globalización propone una identidad con el barrio, frente a la exclusión propone un espacio de encuentro", aseguró Robacio, de Gambeteando el Empedrado.
Las murgas encontraron un espacio en los centros culturales que retomaron esta tradición popular -que se pasaba oralmente de generación en generación- y le dieron forma de taller.
El creador de esta suerte de fábrica de murgueros es Coco Romero, director de la revista "El Corsito", que desde hace 11 años lleva adelante un taller en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Cuando los murgueros hablan de su historia todos nombran a Coco. "Desde chico tuve fascinación por la murga. Por eso decidí dedicarme por completo a lo que es, en esencia, mi vida", aseguró.
"El gran logro de los talleres es que los chicos juegan a la murga. La idea es rescatar y valorar ese espacio de diversión perdido y pelear para que deje de ser tomado como marginal", explicó Romero. "Para que podamos seguir creciendo debe haber gente preparada. Eso buscamos con el taller", agregó.
Luego del impulso inicial del Rojas, 15 centros culturales barriales tomaron la posta de los talleres de murga. "Antes, la única manera de aprender era mirando. Lo que ahora hace el taller es retomar esa manifestación popular y sistematizarla", dijo Tamara Alonso, directora del Centro Cultural Roberto Arlt, de donde surgieron tres murgas.
Historia del carnaval
La trajeron a nuestro país los españoles de Cádiz. Como manifestación propia del pueblo surgió hacia fines del siglo pasado y en los años 30 se popularizó entre las clases marginales. Barrios como Palermo, Almagro, Boedo, La Boca vieron nacer en sus calles las primeras murgas de carnaval.
Según el profesor de música Félix Loiácono, que da clases de murga en 12 colegios, la característica de la murga es el contenido social de la canción de crítica: "A principios del siglo pasado los virreyes prohibieron los carnavales para no oír la voz de protesta del pueblo", apuntó.
En el último gobierno militar se sacaron los feriados de carnaval y apenas 10 murgas sobrevivieron hasta el retorno de la democracia.
En 1997, tras ser reconocidas como patrimonio cultural, se creó la Comisión de Murgas del Gobierno de la Ciudad para promover las actividades de carnaval. Desde entonces se les destina un presupuesto anual de 300.000 pesos.
La trajeron a nuestro país los españoles de Cádiz. Como manifestación propia del pueblo surgió hacia fines del siglo pasado y en los años 30 se popularizó entre las clases marginales. Barrios como Palermo, Almagro, Boedo, La Boca vieron nacer en sus calles las primeras murgas de carnaval.
Según el profesor de música Félix Loiácono, que da clases de murga en 12 colegios, la característica de la murga es el contenido social de la canción de crítica: "A principios del siglo pasado los virreyes prohibieron los carnavales para no oír la voz de protesta del pueblo", apuntó.
En el último gobierno militar se sacaron los feriados de carnaval y apenas 10 murgas sobrevivieron hasta el retorno de la democracia.
En 1997, tras ser reconocidas como patrimonio cultural, se creó la Comisión de Murgas del Gobierno de la Ciudad para promover las actividades de carnaval. Desde entonces se les destina un presupuesto anual de 300.000 pesos.
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