25 de Febrero de 2008
La murga Los Quitapenas, del laboratorio a la calle
La agrupación nació en los talleres del Rojas
La kermesse argentina: la fiesta sin fin, espectáculo de la agrupación murguera Los Quitapenas, con dirección vocal de Juliana Corazzina. Presentación dentro del ciclo Voces Carnavalescas, realizado el último fin de semana, en el Centro Cultural Rojas.
Nuestra opinión: bueno
El último fin de semana, en la sala Batato Barea del Centro Cultural Rojas, se realizó un ciclo de actividades con motivo del carnaval. El viernes la agrupación murguera Los Quitapenas fue la encargada de abrir la serie. Al día siguiente estuvieron programados el grupo tanguero El Yotivenco, que lidera Rodrigo de la Serna, y La Matraca, de Coco Romero, y para el cierre, ayer, la murga Garufa de Constitución. Luego de ver el espectáculo que este año ofrecen Los Quitapenas, quedan varias reflexiones y lecturas posibles. Quizá la primera tenga que ver con el nacimiento de esta agrupación. Fue creada en los talleres culturales del Rojas, hace 17 años. De ahí salió. Es decir: no nació en un barrio, sino en un laboratorio. Pero tiene todos los códigos del barrio y de la murga (prueba de ello son discos como Con el corazón en juego para el que, tras un revelamiento histórico, recrearon viejos cantos de murgas porteñas de mediados del último siglo) y a la vez la experimentación con otras disciplinas de la música y el teatro.
También se puede pensar que Los Quitapenas tienen licencia para hacer lo que les plazca porque en la murga porteña está casi todo por hacer. Aunque no sea tan así, son tiempos de avidez por este tipo de expresión y hay que mirar hacia adelante. Lo interesante es que esta agrupación se lanza a experimentar sobre una raíz que está clara y definida. Puede hacer muchas cosas en el escenario y en los pasillos de la sala donde le toque actuar, pero nunca dejará de lado la danza, elemento fundamental y tan distintivo de la murga porteña. Tal vez por eso la profundidad del escenario siempre queda dividida en dos planos, con su "ballet" adelante y con los músicos y cantantes detrás. Una constante en la que se apoyará todo el espectáculo por más recreación de parque de kermés que se quiera representar. Los murgueros tuvieron ideas divertidas y originales para esta kermés con adivinas, forzudos y sirenas. Durante el show, pasan revista a las noticias relevantes del último año. El precio del tomate, por ejemplo, muy bien resuelto en un sketch con una competencia de golpe de martillo. También hay otros juegos (tiro al blanco para pincharle el Botox a Cristina, y colóquele el bigote a Sofovich, al estilo de las prendas de gallito ciego). Para cumplir con cada actividad, llaman a gente del público. Extremar cuidados La otra cara de esto es cuando se piensa en ese tránsito del amateurismo al profesionalismo (sin que por esto se entienda que la murga deba parecerse a un equipo de fútbol que acaba de adquirir un hombre poderoso, capaz de comprar jugadores con contratos millonarios). Los Quitapenas llegaron a una instancia de su historia y de su trabajo en la que deben seguir extremando el cuidado de la puesta en escena y de la interpretación musical (detalles como el hecho de que el volumen de los bombos con platillo no tape al bandoneón o que las voces se escuchen con toda claridad). Porque las deficiencias se hace más evidentes cuando el espectáculo se traslada de un escenario callejero a la sala de un teatro. La murga porteña de hoy tiene características propias y excelentes posibilidades de desarrollo. Claro que hay que encontrar los espacios adecuados y herramientas como la competencia, que propicia la comparación entre pares y el crecimiento artístico. Mientras que no se limite la creatividad, podría dar buenos resultados. Hay algunos ejemplos en países como el vecino Uruguay, de larga tradición murguista.
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