Semanario Nº 871 marzo 1996 Editorial Perfil
Entrenan, además, para participar en marchas y actos benéficos
Entrenan, además, para participar en marchas y actos benéficos
El taller de Coco Romero capacita a los amantes del corso y la comparsa. Se aprende canto, baile, y a hacer instrumentos y diseñar disfraces.
Yo trabajo más durante todo el año que en carnaval. Esto es algo que se prepara durante meses”, explica Coco Romero, “murguero” de alma y de profesión, mientras trae un bombo blanco decorado con porteñísimo y carnavalescos filetes.
Coco Romero dicta taller de murgas en el centro cultural Ricardo Rojas, de donde “en casi ocho años de trabajo ya salieron tres murgas: “Los traficantes de matracas”, “Los quitapenas”, y “Los acalambrados de las patas”. Son murgas de unas treinta personas, con las que podemos trabajar todo el año, no sólo para el carnaval, sino también para participar en marchas, huelgas o eventos a beneficio de algún hospital”.
Coco Romero rescata este canal de expresión popular: “La murga tiene un origen, una identidad y una opinión acerca de la realidad y las refleja en sus canciones. Pero el carnaval siempre cargo con la censura, porque el poder le tiene miedo a esa cosa de la gente en la calle, con disfraz, divirtiéndose. De hecho, en nuestro país, el festejo del carnaval está prohibido por decreto todavía desde la época de la dictadura militar”.
Sin embargo, tanto desde los talleres del Rojas como desde varios barrios porteños, la ciudad de Buenos Aires se anima, con cierta timidez, a las comparsas y los corsos. Romero supone que: “La mayoría de la gente sabe más del Carnaval de Brasil que del de Entre Ríos, por no hablar del de General Villegas, que está a siete horas de Buenos Aires, casi ni se menciona”. Esto sucede, aventura Romero, “porque cada fenómeno cultural necesita una industria que lo rodee, si no se cae”. Y explica que no solo el turismo, sino también la industria discográfica o la editorial pueden estar ligados a los festejos del Rey Momo.
En el taller se enseña a cantar, bailar, pero también el concepto de la murga y del disfraz. Las murgas pueden ser tradicionales y solo contar con bombo con platillos y silbato; o bien ser más innovadoras y agregar otro tipo de instrumentos; Coco Romero las acepta a todas y apela a un cartel que vio en los carnavales de Cali, que proclamaban “Viva la diversidad”. No solo en el Centro Cultural se desarrolla la tarea de Coco Romero, que además formo murgas, por ejemplo, en colegios secundarios. Romero acepta la responsabilidad”, de transmitirles a los chicos la idea y el concepto de los festejos de carnaval para que “si bien ahora no hay lindas murgas, las haya dentro de un tiempo”…
A pesar de que sigue teniendo gran repercusión, el carnaval continúa prohibido por decreto.
Mientras los chicos tocan el bombo, los grandes bailan al ritmo de la música.
Coco Romero es el principal responsable de la creación de tres murgas porteñas; Los traficantes de matracas”, Los quitapenas”, y Los acalambrados de las patas”. No necesitamos de este periodo para demostrar lo que sabemos, trabajamos todo el año”, asegura.
Yo trabajo más durante todo el año que en carnaval. Esto es algo que se prepara durante meses”, explica Coco Romero, “murguero” de alma y de profesión, mientras trae un bombo blanco decorado con porteñísimo y carnavalescos filetes.
Coco Romero dicta taller de murgas en el centro cultural Ricardo Rojas, de donde “en casi ocho años de trabajo ya salieron tres murgas: “Los traficantes de matracas”, “Los quitapenas”, y “Los acalambrados de las patas”. Son murgas de unas treinta personas, con las que podemos trabajar todo el año, no sólo para el carnaval, sino también para participar en marchas, huelgas o eventos a beneficio de algún hospital”.
Coco Romero rescata este canal de expresión popular: “La murga tiene un origen, una identidad y una opinión acerca de la realidad y las refleja en sus canciones. Pero el carnaval siempre cargo con la censura, porque el poder le tiene miedo a esa cosa de la gente en la calle, con disfraz, divirtiéndose. De hecho, en nuestro país, el festejo del carnaval está prohibido por decreto todavía desde la época de la dictadura militar”.
Sin embargo, tanto desde los talleres del Rojas como desde varios barrios porteños, la ciudad de Buenos Aires se anima, con cierta timidez, a las comparsas y los corsos. Romero supone que: “La mayoría de la gente sabe más del Carnaval de Brasil que del de Entre Ríos, por no hablar del de General Villegas, que está a siete horas de Buenos Aires, casi ni se menciona”. Esto sucede, aventura Romero, “porque cada fenómeno cultural necesita una industria que lo rodee, si no se cae”. Y explica que no solo el turismo, sino también la industria discográfica o la editorial pueden estar ligados a los festejos del Rey Momo.
En el taller se enseña a cantar, bailar, pero también el concepto de la murga y del disfraz. Las murgas pueden ser tradicionales y solo contar con bombo con platillos y silbato; o bien ser más innovadoras y agregar otro tipo de instrumentos; Coco Romero las acepta a todas y apela a un cartel que vio en los carnavales de Cali, que proclamaban “Viva la diversidad”. No solo en el Centro Cultural se desarrolla la tarea de Coco Romero, que además formo murgas, por ejemplo, en colegios secundarios. Romero acepta la responsabilidad”, de transmitirles a los chicos la idea y el concepto de los festejos de carnaval para que “si bien ahora no hay lindas murgas, las haya dentro de un tiempo”…
A pesar de que sigue teniendo gran repercusión, el carnaval continúa prohibido por decreto.
Mientras los chicos tocan el bombo, los grandes bailan al ritmo de la música.
Coco Romero es el principal responsable de la creación de tres murgas porteñas; Los traficantes de matracas”, Los quitapenas”, y Los acalambrados de las patas”. No necesitamos de este periodo para demostrar lo que sabemos, trabajamos todo el año”, asegura.
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