jueves, 18 de mayo de 2023

2014. ENTREVISTA EN LA REVISTA DE LA GALPONA DICIEMBRE







Entrevista a Coco Romero

ME GUSTAN LOS PROYECTOS QUE AFINAN POR SIMPATÍA Y NO EN 440

Pionero del rock nacional con el grupo La Fuente, murguista, docente e investigador del carnaval, Coco Romero podría ser mejor definido como un loco soñador que llevo adelante cuanto proyecto se le paso por la cabeza. En su paso por La Galpona pensamos juntos sobre el poder transformador del arte y la fiesta.

¿Qué significa para vos el carnaval? ¿Qué es para vos el carnaval?
En realidad uno con los años lo llena de contenido, pero para mi el carnaval fue el momento de infancia donde viví un mundo maravilloso. Y ni siquiera fue de la mano de mis padres sino de un tío mío. Mi tío, que era un personaje, me llevaba a un corso de Avenida del Tejar y Monroe. En esa época, yo tenía diez años, más o menos década del ´60, el carnaval era como un parque de diversiones. Recuerdo que había un tipo que empezaba a endurecer el cuello y se ponía un fierro acá (hace un gesto con las manos señalando los hombros) y se lo doblaba así, nosotros no lo podíamos creer, o de repente aparecía por allá uno que se comía cinco docenas de huevos, para mi era una cosa fantástica que nunca más la vi en mi vida. El descenso a Febrero y al carnaval era el descenso a una cosa que yo nunca había visto. Cuando escribí la primera editorial de El Corsito hablé de esto. Pero en realidad la historia se remonta a cuando tenia veinte años y es con La Fuente, el grupo al que yo le debo la vida en términos del concepto de vida, que le hice un tema a mi infancia y apareció la murga en primera instancia y ese tiempo del carnaval.

Siempre hubo puentes con el carnaval. Cuando fue desplazado, socialmente hablando, por la represión del país en la época de Onganía, bastones largos, el 68, universitarios apaleados, es bastante interesante la simbología: mientras los policías le pegaban con palos a los profesores, los niños en el carnaval jugábamos con palos de plástico con arena entre nosotros. Siempre abajo pasa lo que pasa arriba. Después mi viejo a los 15 años me regala la guitarra eléctrica. En esa época era plomo de La Pesada, plomo de Pappos Blues, por cosas de la vida aprendí a tocar el rocanrol así, yo tocaba bajo de pibe. Realmente la música y el rock fueron para mí un espacio de carnaval. Íbamos a ver Almendra y éramos treinta tipos. Y para nosotros eran de culto. Nosotros vivíamos en Belgrano R y Almendra era de Belgrano C, así que estábamos en sintonía, cuando ellos se separan para nosotros fue todo una cosa. Mis primeras canciones las hice en la escuela secundaria. Fue un tema de Pappos Blues: “Adonde está la libertad chu chu chun (canta) no dejo nunca de pensar”. Y después Woodstock fue mi carnaval. Los tipos jugando en la tierra, el negro Richie Havens cantando Freedom, Libertad, agujereando la guitarra. Nosotros no lo podíamos creer entendes, de repente un millón de locos en un parque de Estados Unidos, cantando Somos Polvo de Estrellas. Y al mismo tiempo todo ese lenguaje estaba bajando. Utilizábamos los pantalones así (señala el ancho de los pantalones) y unos pelos asá, toda esa onda. El carnaval se fue configurando en mí de esa manera. Y como siempre había una tensión entre el carnaval y el poder, mi psiquis se empezó a convertir en algo poderoso en si. Porque ahora yo puedo cargarlo de contenido porque realmente el camino me dio mucha información, pero en ese momento hubo una pregunta: ¿Y el carnaval? Me decían que el carnaval se había terminado. Pero a mi me pasaba algo internamente. Si yo en el carnaval la pase bien: ¿Se terminó o no se terminó? ¿Está muerto o está vivo? Esa dualidad a mí me permitió una visión: voy para allá. Entonces se convirtió en mi horizonte. Primero con el tema de la murga, después fui a parar al carnaval.

Hubo momentos de una locura demencial. Porque de repente veo en televisión al Loco de la Colina, que es Jesús Quinteros, un español que hacía un programa en canal 13 que se llamaba Perro Verde. Y en un momento empieza a recitar algo sobre Tacita de Plata, que es Cádiz, Sir Francis Drake y los poetas, y empezaba a aparecer el carnaval. Era un programa dedicado a un pregonero del carnaval de Cádiz. Yo te juro, terminó ese programa de una hora y dije: “¡Me voy a Cádiz!”. Estaba totalmente loco. Es más, hasta me pagó la Secretaria de Cultura el pasaje. Fui y pedí una entrevista con Pacho O´Donell. Ni se cómo llegué, pero estaba loco. Y llego a Cádiz, en la municipalidad y pregunto dónde están las murgas… el tipo de la municipalidad, ¡imaginate! Me dice: “vaya al barrio de La Viña y párese en una esquina”. Y yo, a las tres de la tarde parado en el barrio de La Viña, y de repente empezabas a escuchar. En cuanto se te asienta el sonido del lugar empezás a escuchar los coros. Y en un boliche chiquito fotos del carnaval, tipos tomando, cantando. Había una plaza dedicada a Cádiz, a los cantores… Eso es Sevilla, la Andalucía baja, que es zona de lamento religioso. Y me pregunto qué hacen estos chabones cantando así. Entonces voy con los investigadores, porque iba buscando…estuve quince días en Madrid y quince días en Cádiz enfermo con esto. Me empezaron a dar términos que para mi fueron muy claros. Por ejemplo los cantos de ida y vuelta, donde el pueblo canta porque en el transito con la esclavitud hacia América los cubanos paraban ahí, y el pueblo gaditano escucho a los cubanos cantar en preguntas y respuestas y lo copió, entonces lo que fue a Cuba de una manera volvió transformado en lo que ellos le llaman los cantos de ida y vuelta… ¡Me voy a Cuba! (risas). Así que llegué a Buenos Aires armé todo y en dos años me fui a Cuba. Allá se festeja el carnaval en julio, coincide con el ataque a La Moncada. Fidel tomó La Moncada un día de carnaval porque estaban todos borrachos. En Cuba es un aquelarre el carnaval. En Santiago de Cuba hay un museo del carnaval tremendo. Fui a parar a la casa de un antropólogo, en el barrio de los negros y una noche salgo de carnaval, y digo “¡¿que hago acá hermano?!” era como el descenso a lo…no sé. Ahí sentí que estaba vacunado. Hay una anécdota que siempre la cuento. Las épocas más obsesivas de la búsqueda de libros sobre el carnaval, que fue ir durante 15 años todos los domingos a un parque, donde si un día estaba enfermo me curaba para ir, habían hecho que tuviera un buen archivo. Pero en Cuba fui a buscar a Nancy Pérez, una especialista en carnaval de Santiago de Cuba, una mina formada con los cuadros soviéticos, una académica científica. Ella era disidente de Fidel. Allá los disidentes no morfan, te van achicando la tripa, sos así (muestra su dedo meñique). La mina conocía Buenos Aires por la novela argentina, y tenía un mapa que se había hecho por todas las novelas que había leído. Amaba la Argentina. Para mi Nancy Pérez fue como hacer un master. Estuve 15 días, y ya en la parte última del viaje, yo me volvía de Santiago de Cuba a la Habana y de la Habana para acá, Nancy me dice: “Te quiero dar todo mi archivo personal. Yo tengo el archivo más grande de Cuba, me voy a morir y por ser disidente todo esto va a ir a un tacho de basura”. Y ahora lo tengo yo. Tengo todos los cajoncitos, con todas las fichas, región por región, de toda la isla de Cuba. Y ya después de eso, ya estoy...por eso sentí que estaba vacunado. Hoy estoy a la espera de que aparezca un ser humano que va a retumbar en mí lo mismo que yo retumbé en otros, entonces lo mío va a parar a otra persona. Porque es así, es como una ley, yo soy muy creyente en esto. Para mi hay señales. En plena dictadura hacia una canción y de repente aparecían murgueros. Y yo digo: “¿Qué hacen estos pibes?”. Entonces cuando me preguntan cómo hiciste lo de la murga: por una canción, por unos pibes que yo no conocía, y que son amigos hasta el día de hoy, pero era una señal.

Hijo del rock, hermano de la murga

¿Cómo hiciste la transposición del rock a la murga?


En realidad yo tocaba el bajo, iba al colegio Roca de Belgrano, teníamos la banda de música más grosa con Tommy Gubitsch, que tocó en el último disco de Spinetta, “El jardín de los presentes” y después se fue a tocar con Piazzolla. Yo era alumno de Rinaldo Rafanelli (N. de El Papel: Rinaldo Rafanelli fue guitarrista de Sui Generis), Tommy era alumno de Edelmiro Mollinari y entonces nuestros profes nos conectaron. A mi viejo, un trabajador empedernido, no le cerraba ni a palos la guitarrita y las bellas artes. Y a mi no me cerraba ni a palos el taller de chapa y pintura de coches. Pero él me había regalado la guitarra. Era muy loco porque tenía un gesto así, que de repente me la regala y después me dice no toques la viola: “Para loco ¿pa que me la regalás?”. El asunto está en que yo me voy de muy pibe de la casa de mis viejos, y de repente a los 19 o 20 voy a parar a una pensión de San Isidro y no pude tocar más el bajo y empecé a tocar la viola. En esa época yo trabajaba de diariero en Luis María Campos y Federico Lacroze que fue con lo que me banqué mis bellas artes y la bohemia, porque yo trabajaba de cuatro a seis de la mañana. Tenía todas las revistas Crisis de la década del 70 hasta que la quemaron, las tengo en mi archivo. Tengo todos los suplementos culturales de repartir diarios. Tenía un buen sueldo porque es un laburo bien pago. Tenes que llevar unos paquetes enormes, tirás los diarios en edificios de a veinte pisos y en dos horas ya está, ¡sos libre loco! Yo en ese momento estaba exponiendo, empecé a exponer de joven, hasta que dejé bellas artes con el golpe militar por que me tocó la colimba. Todo eso me marcó bastante, porque si no hubiese aparecido el golpe militar creo que me hubiera dedicado a la plástica, me gustaba eso. Y no tanto la música, no estaba tan jugado. Tocaba, pero yo me pasaba diez horas dibujando. Hice la colimba en el 76 en La Tablada, compañía de combate y cuando salí dije no quiero dibujar más, voy a tocar. Y ahí voy a parar a la pensión donde no podía tocar el bajo, entonces empecé a tocar guitarra, y me encuentro con Uki (Tolosa) y componemos todo el primer disco de La Fuente. En esas composiciones aparece el recuerdo de la infancia.
Hay una canción que dice algo así: “Dos camiones con baranda/los trajes con lentejuelas/Dos camiones con baranda/Y palmeras como techo”. Las palmeras son las palmeras de la estación de Belgrano R. “Reunión en el terraplén/con estrellas en el cielo/y una sola lamparita/cuando se apagaba el sol”. Parábamos en el terraplén, donde está el colegio Roca ahora, y el chabón nos daba la luz. “Se termina el mes de enero/meta bombo y meta baile/casi lista la barriada/para darle la mano a Dios Momo”.

Y yo me preguntaba: “Eo eo eo eo ¿donde fueron los murgueros? Eo eo eo eo ¿donde fueron a parar?”

“Y como un tiempo que pasó/y la alegría que quedó/colgada en un ropero”. Estas son las primeras estrofas. “Ensayos en Colegiales Saavedra o Belgrano R/tardes en la Valenciana -que era un local que había en la calle Cabildo, donde comprábamos las lentejuelas- y la creación popular/Se termina el mes de enero/meta bombo y meta baile/casi lista la barriada/para darle la mano a Dios Momo”.

Y nos seguían los pibes loco, en dictadura, 5000 pibes, nosotros le cantamos a los desaparecidos. Y de repente con Uki decimos: “Che, a estos pibes hay que dejarlos entrar a nuestros recitales” y se empezó a hacer la murga de La Fuente. Y ahí ya me empezó a marcar la murga. Después se termina La Fuente y me hago un viaje, yo soy salteño, para encontrarme con mi familia por el lado de padre, criadores de cabras, por el lado de madre de los valles calchaquíes, y me hice un viaje medio iniciático de 6 meses, hice Salta, Jujuy Catamarca y Misiones. Cuando vuelvo a Buenos Aires hago un laburo con Los Viciosos de Villa Martelli en el teatro San Martín y
con un coro de San Isidro y digo, voy a hacer murga.
La historia de la alegría

Todas estas cosas me hicieron pensar mucho sobre qué significa la alegría en los pueblos. Hubo escritores que decían: “Che, la historia de la alegría no está contada, ¿por que no la contamos?” Empezaban a haber pistas de un territorio del que nadie se había ocupado y se daba una situación está interesante porque estaba todo por hacerse. No había archivos, no había memoria musical. Entonces me pareció interesante contar la historia de esta sociedad desde el carnaval. Y lo empiezo a hacer desde “El corsito” que es la publicación que yo saco. Y llego a un descenso más loco, porque empecé a relacionar la historia argentina y el carnaval y me llevé una sorpresa tremenda. Siendo el carnaval una fiesta traída por la conquista, le precede a la propia construcción de nuestro Estado, por lo tanto tenés ese carnaval instalado con datos totalmente locos como que Alberdi le escribió un himno a Momo o Sarmiento que viaja en 1852 a Roma a ver al Papa, ve el carnaval y se le revienta la cabeza al viejo, por que era un viejo fiestero, mal, entonces cuando es presidente pone el carnaval. Por eso hay medallas conmemorativas de los grupos de carnaval que le regalan una medalla nombrándolo emperador del carnaval a Sarmiento.

Hablas del descenso y del pasado en varias oportunidades. ¿Cómo vivís hoy el carnaval? ¿En la superficie que nos queda?

Lo escribí cuando llegó el carnaval de nuevo. Ahí está la mochila de la sociedad argentina. El decreto del feriado del carnaval fue una cuestión totalmente política, que está mucho más asociada al turismo que al carnaval, porque al propio carnaval el poder le tiene miedo: este gobierno y todos los gobiernos del planeta. Porque el carnaval instaura como línea filosófica la igualdad entre los hombres, el rey y el esclavo estando en el mismo lugar y es una cuestión imposible, es una utopía. Para el poder es “que el negro éste no me toque”. Entonces, cuando vuelve el carnaval sin ningún contenido vuelve la cáscara. Yo escribí en una editorial de El Corsito de ese año que si yo te encierro a vos treinta y seis años de tu vida, cuando te saque a la fiesta es probable que la musculatura no responda, que la psiquis tampoco, y que no tengas relación con el otro. Entonces esa recuperación hay que restaurarla, tiene que correr agua y los cuerpos tienen que volver a un estado afectivo de verdad, cosa que no pasa en ningún otro país de Latinoamérica ni del mundo creo. En España donde hubo un millón de muertos, el pueblo tuvo la estrategia de mudar la fiesta pero no parar. Por eso acá hay un hueco muy grande, hay una cáscara y los protagonistas están con la cáscara pero no con lo profundo. Y al mismo tiempo lo profundo es complejo y se choca de cabezas con el poder. Porque el poder no quiere una fiesta, el poder quiere espectáculo. Por eso prosperara el carnaval de cuerpos hermosos masculinos y femeninos y no la deidad que simboliza este espacio que es Momo: una deidad alegórica del Olimpo de los dioses que es echado por criticar. Como los dioses no se bancan su crítica le dicen: “¡Partí al exilio!”, así que es un dios exiliado que carga sobre sus espaldas que critica a todo el mundo. Y la simbología es cara y máscara, un bastón y un animal siempre asociado a la locura, que puede ser una marmota o un ganso.

Esta cáscara de la que hablo seguramente va a encarnar en movimientos interesantes y yo trato de fortalecer desde donde puedo la profundidad del tema, pero va a costar mucho porque nadie tiene la culpa en realidad en este tipo de procesos. Los jóvenes que no tuvieron ni un espacio festivo no tienen la culpa. Es una sociedad creció así, esta es la sociedad “¡Camine cucha carajo!”. Creció con ella una cuestión generacional muy fuerte que le teme al ridículo, al disfraz, a cantar, que le teme a los espacios carnavalizados y dejan de ser públicos para ser privados.

Sarmiento decía algo muy interesante. A él le gustaba el carnaval porque la fiesta se instalaba como un espacio educativo. Entonces el tipo planteaba claramente, si pones algo lindo, eso trabaja en el imaginario, si pones algo feo también. Basado en esa idea yo saque una murga hace veinticuatro años que son Los Quitapenas del Rojas, y como salían de la universidad y no de la calle me cagaron a puteadas pero cuando los vieron dicen: “Uy, es lindo, cantan afinados”. Entonces lo copiaron.

Grandes cambios a pequeñas escalas

Yo creo que los cambios van a ser en pequeñas escalas y hay que estar preparados a recibir otros proyectos. Va a ser así por que de otra manera ya está muy complicado. Las sociedades cargan con enfermedades corporales y mentales. Un tipo que va, como para bajar a tierra con el ejemplo, y mata a otro por un partido de fútbol: está quemado. Como todas las atrocidades que se escuchan todos los días. Una sociedad que no tiene piso. No hay ley. Los chorros antes decían: “No loco, te robábamos pero no te matamos”, había un código, ahora no hay. Entonces eso es quiebre corporal, cerebral, de toda una sociedad que ha quedado afuera y que no la vamos a recuperar, eso es así, ese tipo que mata en la cancha es irrecuperable. A mi me chorearon todos los instrumentos. Y en esto hay responsables y es casi el comienzo de la cuestión. Por eso yo no le creo a nadie porque todos los que hicieron este quilombo están todos cagados de risa, llenos de plata riéndose de nosotros, flaco no me hables de democracia, es todo mentira. Hay una casta de tipos que han hecho matanzas, y yo te digo recorro muchísimo la Argentina, eso también se lo agradezco al carnaval, y lo que he visto en la Argentina flaco…es tremendo. Todos los tipos que están en el poder en sus provincias, es tremendo como están y son las autoridades máximas del país.

Hay una frase tan linda de Atahualpa Yupanqui. El chabón se recorrió la Argentina conociendo el toque de los paisanos. Porque nosotros afinamos en 440. Pero el viejo dice que encontró como mil formas de afinar la guitarra, y que nuestros paisanos empiezan ran, ran, ran (hace ruido a cuerdas) a afinar por simpatía. Esto me gusta porque hay proyectos donde uno afina por simpatía. Porque hay algo en lo melodioso que a uno le resulta, le pega, entonces apoya esas cuestiones, que son otros modos de tocar. Que no es el 440 con el que, como legado universal, todas las orquestas y la música comercial afinan. Sino que hay una inmensidad. Y en esa inmensidad me resultan interesantes las cosas que se encuentran. Porque las experiencias de la gente van generando cosas interesantes.



Vos hablaste de lo que queda ahora, de la cáscara a la que le falta el contenido. ¿Qué les dirías a los jóvenes que están incursionando en esta cáscara?

Que viene algo nuevo y que hay que tener la cabeza abierta para eso. Yo siempre digo que soy puente: he trabajado para que alguien pase por donde estoy yo. Después que ese joven lo tome, lo deshaga, lo rebata, lo replique, lo reputee, lo rearme. Porque así debe ser. Los que sigan con lo que yo escribí en el libro van a encontrar cosas que yo no encontré, porque en realidad los conocimientos te resuenan en función de tus propios conocimientos y los míos son limitados. Esto que yo les digo de Sarmiento lo fui encontrando con muchos años de trabajo. Hasta poder publicar en El Corsito todos los escritos de Sarmiento. Entonces así me entere que Sarmiento escribió la historia de La Plata fumando opio. Y que estaba programando el final de su vida con una fiesta, porque le gustaban las fiestas. Y todos los periódicos publicaban que el viejo salía de juerga, de carnaval, porque le gustaba el carnaval. Pero eso lo descubrí leyendo y buscando, una y otra cosa.

Hay un recambio muy importante ahora y es un momento muy crítico también. Por eso hay que ver cómo eso resuena en esta situación. Hay una cuestión generacional. Yo tengo 59 años, hice la colimba en el 76, nací un día de bombardeo en Buenos Aires, en Salta, en una sociedad hecha mierda. Hoy cagan a palos a los profesores, es una sociedad muy golpeada en cuanto a lo que se liga con la creatividad y el pensamiento. Y el quilombo está en que todos los que pudimos aprender y buscar información, nos topamos con que más de la mitad de la población está afuera con otro código que a veces ni podemos ayudar. Por ejemplo cuando fui a Santiago de Cuba, las minas que mantenían el museo del carnaval, que es una joya total increíble, eran todas personas que habían sido trasladadas por la revolución, y habían emprendido la batalla de la alfabetización. Y en realidad en este país, si fuera un problema de leer y escribir nada más yo creo que todos los que sabemos leer y escribir podríamos salir y hacerlo, pero ahora tenemos deficiencias de tipo más jodidas: hambre, cabezas estropeadas. No es la lectura. Lo que sirvió antes hoy ya no. Ahora se da un cuadro de situación de quiebre mucho más complejo que hace treinta años donde de repente podés hacer la revolución enseñándole a leer a la gente.



¿No sería desde esos momentos felices de lo que fue el pasado, la fiesta, el carnaval, de los que buscar cambiar?

Está bueno. Yo canto una canción de Uki que es un hermano del alma. Somos amigos desde los 14. Escribe muy bien Uki y canto una canción de él que a mi me gusta mucho: “Que la silueta en una pirueta/la sonrisa en la morisqueta/en ese instante será carnaval”. Ya no sé si creo en el carnaval así, pero de repente hay momentos donde se instala el carnaval. Cuando estuve en La Galpona para mí fue un momento de carnaval. Y en eso creo. Eso a mi me carga de pila. Y ni siquiera es una fiesta, es un instante. Porque tampoco podemos vivir de fiesta. La fiesta es poderosa en la periodicidad y en lo cíclico.
Es como un momento que te carga, porque después estas en otra cosa, en una vorágine y te acordás de ese momento, se lo contáis a alguien y lo revivís y es un momento que vuelve, que te alegra y te llena en distintos momentos.
Y además puede ser al apreciar un cuadro, una película, es decir un momento de amor con la persona que querés, un momento con un amigo. Estoy hablando de todos esos momentos en que uno no es el ser ordinario del cotidiano, es algo extra cotidiano.
Decís mucho está loco, estamos locos, la locura que te venia por momentos cuando hacías esos viajes y estabas en un lugar que era muy loco estar ahí. Eso también es parte de la magia de las búsquedas, de las búsquedas de los otros, para encontrarse con cosas que te vibren y que también tiene que ver con lo que pasó antes. Porque vos buscaste, porque algo había pasado que querías saber de que se trataba.
Todos los pibes que salieron de mis talleres se convirtieron grandes líderes de toda una movida. Y la murga, a la que le puse mucha pila, sigue viva tiene cuatro, cinco discos.
En mi segundo libro, “El árbol genealógico de los talleres de murga en el Rojas”, cuento un poco, a todos los que le interese la gestión, que acá no hay ningún secreto, básicamente vos estas al servicio de esa cuestión y mi trabajo como tallerista, haciendo los talleres de murga es rescatar lo mejor de cada uno. Y si mi alumno me pasa y es diez veces mejor, bienvenido porque yo seré favorecido con eso. Entonces en ese libro voy escribiendo que todas las cosas tuvieron una razón de ser. Saqué el primer Corcito en el 95, después todos los años hacia eventos con especialistas del carnaval de la Argentina, mascareros, cosas disparadores que a ese pibe que venia le reventaba la cabeza. El libro se trata de que después sobre una base de todos estos pibes que son dirigentes, digamos, del carnaval, se les hace un cuestionario. Porque el secreto de todo está en que ese dispositivo puede ser aplicado en otro lado, hay que correrse de una cuestión de ego y en realidad dejar que las cosas crezcan y acompañar el crecimiento. Si de repente decís este guacho va a aprender y me va a cagar el negocio, no es así. Aparte hay algo en la cuestión formativa en general donde se considera que lo van a vaciar a uno y no es así.
Y a mi, en el movimiento que generaron estos grupos, que hay como siete ocho murgas que están todas en lugares muy interesantes, que ya sacaron su propia cuestión, también están como los discípulos que me putean. Forma parte ¿se entiende? Siempre los hijos van a putear a los padres. Yo ahora te cuento esta cuestión después de haber echo un largo periplo. Ahora lo mejor es escribirlo. Porque yo me voy a alejar, ahora estoy abocado en volver a tocar, y a ayudar a Matilde en sus cosas educativas (N. de El Papel: comparte con su compañera un proyecto de escuela Waldorf en su casa), ya estoy como…me estoy yendo digamos. Quizá ahora estoy en cosas mas testimoniales, tengo muchas ganas de escribir porque tengo mucho material y en realidad, como parte de lo primero que charlábamos yo les digo que de todo el grupete de ustedes, si a uno le gusta escribir que le de máquina, como hubo amigos que me dieron máquina a mi. Amigos del palo: Kartún, Jorge Dubatti, ellos me instaron a escribir el libro y yo lo único que había escrito era El Corsito. Y después le empezas a dar, y ahora ya quiero seguir escribiendo (risas). Pero en realidad lo que les quiero decir es que si dentro de esos compañeros ven alguien que tenga eso, hay que apoyarlo. Y ahora estoy en trabajos muy interesantes. Este año me voy a Salta, que es mi provincia, a trabajar con las murgas de toda la provincia. Me voy a hacer un trabajo en la provincia de San Juan con todos los grupos de San Juan para revalorizar el carnaval. Porque es ridículo que en Merlo, San Luis, te traen una sola do samba de Brasil. Está todo bien pero… ¿es necesario?… ¿es necesario?… (Risas). ¿Es necesario traerse una comparsa de quinientos monos y gastarse una plata… ¡en eso!... cuando vos tenes lo local, el Norte, tu propia cosa. Bueno entonces voy a San Juan a hacer un laburo, que no son como fueron los talleres, pero sí tiene relación en cuestiones conceptuales que están buenas, que hay que seguirlas haciendo y que es lo que me toca ahora.

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