Periódico de
distribución gratuita de Balvanera.
Año 6. Nº 65
Julio 1999. El
barrio y su gente. Martín Borja
COCO ROMERO: UN MILITANTE DEL CARNAVAL.
Carnaval, el Dios momo te ha vuelto a soñar/y la murga,
despierta divina /fugaz golondrina que siempre volverá…”
Estos versos,
escritos alguna vez por el poeta uruguayo Mauricio Rosencof, son el fiel
reflejo de una pasión festiva que en todo Uruguay sigue siendo una realidad año
tras año, y en Buenos Aires, por ahora, solo un deseo y un recuerdo de tiempos
lejanos. Sin embargo, aquí, muy cerca, hay gente que trabaja para que el Carnaval
vuelva a ser lo que fue; un gran espacio de expresión popular y artística donde
la gente pueda conectarse con su propia identidad cultural. El músico Coco
Romero se viene dedicando desde hace 20 años a esta tarea de recuperación, no
solo desde la música sino también desde la docencia y la investigación, cosa
nada fácil en una época donde el arte popular ha dejado de ser muchos casos un
espacio de reflexión social.
Este salteño de 44
años que se crió en Buenos Aires y desde hace una década vive en el barrio de
Once, acaba de editar su nuevo disco; La
sopa de Solís, junto a su grupo La Brillante, donde deja volar su
fascinación por el Rey Momo, a
través de un género que da en llamar “murga canción”, una mezcla de distintos ritmos. Romero se ha propuesto siempre
fusionar géneros populares. Lo hizo con su grupo La Fuente, cuarteto de
folklore y fusión que grabo tres discos y tuvo cierta popularidad entre el “78
y el “83, periodo de plomo y censuras. Un año después emprendió un viaje por el
Norte Argentino recopilando material, en lo que sería el prólogo de un trabajo
antropológico que hoy está dando sus resultados, a la vista de la gran
popularidad que tiene el fenómeno entre los jóvenes. Desde hace 11 años dirige “Los
talleres de murga en el Centro Cultural Rojas”, en lo que significa la
labor más importante que se hace en la Argentina en cuanto al tema.
¿Cómo se dio tu interés por la murga y como se incorporó en tu vida musical?
Durante el Proceso
me preguntaba “Dónde fueron los murgueros”-ese era el titulo de una de mis
canciones en esa época-, porque cuando era pibe, para mí la murga era parte del
juego natural del barrio. No era la murga política. Era una barriada-en
Belgrano- llena de hoteles y pibes de distintas provincias, digamos que “Ir a
la kermese, cazar mariposas, jugar a la pelota y hacer murga era o más natural
en ese momento”, cuando tenía 13 o 14 años. Todos los barrios tenían murga como
una cosa más. Siempre me quedo la ensoñación de lo vivido en esos años. Más
tarde, en el grupo La Fuente grabamos con la Murga “Los Funebreros de San
Martín, y con los Viciosos de Villa Martelli” y tuvimos muchos rechazos. Cuando
decíamos que tocábamos murga sentíamos como una cosa despectiva.
¿Coincidía también con la prohibición del Carnaval por
parte de la dictadura?
Creo que iba más
allá de eso, era una cuestión más folclórica, metida en la gente. Lo que pasa
es que nunca hay que leer la historia del Carnaval descontextualizada de la
política. Los problemas del “60”: los bastones largos, la expulsión del campo
académico, el ingreso del poder militar, hacen que el festejo popular y todas
sus manifestaciones empiecen a declinar. El televisor, la desaparición del
barrio como idilio poético, empezó a resquebrajar ese mundo.
¿El interés de la juventud por la militancia política
tuvo que ver también con esto?
Si, la juventud
tuvo una posición distinta ante el fenómeno, puso su energía en otro lado. Y lo
que pasa hoy es que los jóvenes se han volcado de lleno al tema de las murgas
por vacíos en otros ámbitos. Por otro lado, en la década del “50” existía una movida,
pero lo que pasó fue que los músicos se fueron a otro género, tomaron a la
Murga como algo menor y no pensaron que eso podía desarrollarse como género.
Entonces, la murga quedo como una “hermana pobre”, como dice Ezequiel Martínez
Estrada. La murga es un fenómeno que se fue desparramando por distintas partes
del país de manos de la inmigración y del carnaval, que es una fiesta traída
por la conquista. Si vas a un pueblo de la provincia de Buenos Aires te
encontrase con una Murga de principios de siglo, pero como nunca se hizo cuerpo
la idea de que eso fuera un genero, quedo en el rincón de los recuerdos de los
protagonistas.
¿En qué medida esto
se está revirtiendo?
Toda la oleada
nueva de grupos de rock que incorporan murgas, me parece que están generando
algo, tal vez tardíamente, pero suman y permiten que la cuestión se corra de
ese lugar al que fue condenado, salga de ese ostracismo y pueda despertar el
monstruito. Toda la incorporación de los músicos, de la gente de teatro, de
todo lo que se ha armado en los últimos años con el trabajo de muchísima gente,
genera nuevos discursos en torno a esto.
“El Carnaval es una fiesta que nadie le ha otorgado al
pueblo, sino que el pueblo se dio a sí mismo” (Goethe)
Hace 23 años la
dictadura de Videla los festejos carnavalescos y mediantes la ley 21.329 elimina los dos feriados tradicionales. El Reinado de Dios Momo, incluyendo
las máscaras, los disfraces, la serpentina y el papel picado-y hasta la propia Colombina-, quedaron guardados en un cajón esperando que corrieran mejores
vientos. Mientras tanto, los habitantes de esta ciudad no salían de su
encierro, salvo para festejar en la calle los mundiales de fútbol y las
declaraciones de guerra.
“Cuando dicen que el Carnaval está prohibido por
decreto me parece una gran metáfora de la sociedad del Rio de la Plata, porque
en el Norte y en Entre Ríos se festeja el Carnaval como siempre. ¿Por qué? Por
una tradición más firme, por una cercanía a la tierra, porque está instalado de
otra manera. En un momento en el norte estaban en emergencia por el cólera, el
gobierno decía “no, se van a contaminar” y a ellos no les importaba y lo hacían
igual…”
¿Cómo se fue dando el trabajo docente con los jóvenes y qué recepción lograste en un principio?
El primer taller lo
hice junto a un antropólogo, Santillán Güemes, con el que trabaje muchísimo y
seguimos haciendo cosas juntos. Como diría Tuñón “tuve alianzas fraternales
“con investigadores y especialistas en el tema. En estos 11 años, dé aquí
salieron murgas que hoy están en muchos barrios, y el movimiento tiene una
dimensión increíble. La murga “Los Quitapenas “es la primera que salió de los
talleres y es la que más trabajo conmigo. A mi entender es la que resulto con
mas rasgos representativos del concepto de recuperación a través de lo
artístico y lo que denominamos “La murga de taller”. Igualmente todos están
ganando nuevos espacios. Se fundó una Federación y hoy, solamente en Capital,
hay un movimiento de “60 agrupaciones”.
Por aquella idea de
que “no se puede defender lo que no se conoce” es decir, desde hace 4 años,
Coco Romero edita “El Corsito”, una publicación gratuita que se ocupa de
difundir el ideario de la murga y el carnaval como expresión artística. “Como
me he dedicado casi durante 20 años a juntar material del Carnaval, tengo un
archivo que no me interesa guardármelo a
mí no me sirve de nada, es más útil si está girando” –aclara-. Llega a
todo tipo de gente. Con el objeto de difundir e intercambiar material,
últimamente el músico ha viajado por Cuba, España, Bolivia, países donde esta
tradición se encuentra muy enraizada y vigorosa.
“Eso se da por una
fuerte asociación de distintos sectores de la comunidad, intelectuales,
obreros, estudiantes, músicos y eso es muy interesante y vital. Para mí el
compromiso ya no pasa por decir “viva alguien” sino porque esa comunidad pueda
volcar en algo sus sentimientos y sus cosas. Cada pueblo va generando, detrás
de un discurso carnavalesco, su historia. Si yo junto a cien tipos y les hago
cantar “La marcha de Pepito” es una cosa, pero si yo puedo generar el
entusiasmo de que esas cien personas desarrollan su discursos, esto no para.
Hoy, cuando el sistema se está cayendo a pedazos, el espacio social de
intercambio cumple funciones de educación no formal, y todos debemos fortalecernos
en eso. Ese espacio tardará en llegar lo que tenga que tardar, pero mientras
siga avanzando vamos muy bien…”
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