SEGUNDA AGRUPACIÓN EN LA BÚSQUEDA DE UN SONIDO PERSONAL TRAS LA MURGA Y EL CARNAVAL...
El nombre Los Caballeros del Caño lo tomé de un poema de Raúl González Tuñón, que llamo así a los crotos que recorrieron el país llevando sus ideas libertarias, su amor y sus locuras.
Del libro "La veleta y la antena" (1971)
Del libro "La veleta y la antena" (1971)
Raúl González Tuñón
La antigua canción de los Caballeros del Caño
Enamorados de camino, bajo la lluvia divagando con la leve linyera al hombro- donde hay lugar para el sueño-Primos hermanos del horizonte, del buen ladrón y del juglar, allá van vagando sin rumbo y a las muchachas fascinando, poetas que nunca escribieron, pintores que nunca pintaron, viviendo su propia novela, personajes de su teatro y figuras de sus barajas en la aventura malabar.
Bajo el sol de los días radiantes, ajenos a los desengaños, nunca serán ejecutivos ni solemnes filosofantes. Compinches del Buscón, O. Henry y los títeres del retablo van por la vía y van sin prisa, van caminando y caminando y le ponen música al día con sus risas y con sus cantos picarescos, sentimentales, tan alegres y tan campantes. Los Caballeros del Caño.
Ni cuáqueros ni viciosos, ni angustiados ni indiferentes, divierten a los chiquilines sorteando a los vigilantes en los inviernos agresivos y en los veranos insolentes. Protectores de las busconas fugitivas y los borrachos conocen el ángel que encierra en su alma el perro atorrante.
Los Caballeros del Caño.
Aman ver los hondos paisajes en las miradas de los caballos y también las toscas tabernas donde beben el vino del año. Cuando envejecen aún cantan, por el terraplén, bajo el puente, y cuando la muerte los llama desde la orilla silbando en la fosa común encuentran a los poetas olvidados y ven crecer rosas salvajes y descubren la estrella oculta.
Los Caballeros del Caño.
La antigua canción de los Caballeros del Caño
Enamorados de camino, bajo la lluvia divagando con la leve linyera al hombro- donde hay lugar para el sueño-Primos hermanos del horizonte, del buen ladrón y del juglar, allá van vagando sin rumbo y a las muchachas fascinando, poetas que nunca escribieron, pintores que nunca pintaron, viviendo su propia novela, personajes de su teatro y figuras de sus barajas en la aventura malabar.
Bajo el sol de los días radiantes, ajenos a los desengaños, nunca serán ejecutivos ni solemnes filosofantes. Compinches del Buscón, O. Henry y los títeres del retablo van por la vía y van sin prisa, van caminando y caminando y le ponen música al día con sus risas y con sus cantos picarescos, sentimentales, tan alegres y tan campantes. Los Caballeros del Caño.
Ni cuáqueros ni viciosos, ni angustiados ni indiferentes, divierten a los chiquilines sorteando a los vigilantes en los inviernos agresivos y en los veranos insolentes. Protectores de las busconas fugitivas y los borrachos conocen el ángel que encierra en su alma el perro atorrante.
Los Caballeros del Caño.
Aman ver los hondos paisajes en las miradas de los caballos y también las toscas tabernas donde beben el vino del año. Cuando envejecen aún cantan, por el terraplén, bajo el puente, y cuando la muerte los llama desde la orilla silbando en la fosa común encuentran a los poetas olvidados y ven crecer rosas salvajes y descubren la estrella oculta.
Los Caballeros del Caño.
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