ENTREVISTA A COCO ROMERO
Honores al viejo maestro
A los homenajes que se están sucediendo por estos días al titiritero y poeta Javier Villafañe (por el centenario de su nacimiento) se suma otro, musical y dedicado a los chicos. Se trata del disco Los caminos del Gallo Pinto, último trabajo del investigador y cultor de la murga, Coco Romero, quien musicalizó el libro de poemas homónimo de Villafañe (1909-1996).
"Antes de meterme con la murga, una pasión fueron los títeres -explica Coco-, me formé con Pepe Ruiz, con Ariel Bufano, discípulo directo de Javier Villafañe, además yo había estudiado Bellas Artes". Fue a través de Pablo Medina, biógrafo de Javier y poseedor de un nutrido centro de documentación, que Coco se acercó aún más a la obra del titiritero y hasta llegó a conocerlo personalmente. "El tenía toda la historia de Javier y cuando vuelve del exilio en el 84, Pablo me invita a comer con él. Ese día decidí conseguir toda su obra".
El armado del disco fue, en realidad, una secuencia larga. En su breve época de titiritero, Coco musicalizó tres poemas de Javier. Años, después, en el 2000, se topó en una librería de Corrientes con una edición original de 1947 de El gallo Pinto, que incluía ilustraciones hechas por chicos. "El prólogo me reventó la cabeza -recuerda-, era un tipo que ya en la década del '40 estaba en la vanguardia de la educación por el arte, había estado en las escuelas de puertas abiertas, había juntado en un año 30 mil dibujos de chicos, él plantea ahí cómo dibuja el niño que come y cómo el que no. Y cómo se le despertaba al niño el mundo de la imaginación a través de la palabra".
Cuando en el 2001, la crisis le hizo replantearse el ambicioso proyecto murguero que estaba llevando a cabo, decide musicalizar todo el libro y hacer un disco. Coco cree que los niños deben escuchar poesía. "Debe estar en su formación, después no interesa que sean poetas. Un niño que canta, dibuja, piensa tendrá para el futuro algo en su alforja que va a colaborar con su vida", dice.
A veces algunos mayores temen que los chicos no entiendan ciertos espectáculos poéticos...
Yo lo plantearía como las cosas que hay que probar, esto es como un color más en una paleta absolutamente libre. Es importante que ese niño acuda a la obra de Javier. Le propongo a esa mamá que le recite durante una semana al niño tres minutos antes de irse a dormir y que después me cuente. Si el chico saborea la poesía, después va a ir a otros.
¿Y en la composición tuviste en cuenta que lo escucharían chicos?
Más que nada pensé en los paisajes sonoros, por eso hay una idea de las carretas, de los grillos, de los gatos, que aparecen en el libro de poemas, de contar a través de este paisaje sonoro un cuento. Y he tratado de respetar es que haya instrumentos verdaderos.
El disco fue de alguna forma "testeado". "Al estar en el Momusi -cuenta-, este repertorio lo canté con chicos muchas veces, en Trelew, en festivales infantiles, en escuelas medias, en escuelas pobres, en lugares bravos donde el niño venía y nos pateaba el bombo y esto fue fogueando el material". Fue durante esos "testeos" que surgió la idea de incluir una murga a modo de facilitador. "La murga que compuse es para que las maestras en las escuelas hagan murgas leyendo la obra de Javier -cuenta Coco-. Eso los va a meter en un mundo de fantasía. La idea es que jueguen a la murga y conozcan la obra de Javier".
"Antes de meterme con la murga, una pasión fueron los títeres -explica Coco-, me formé con Pepe Ruiz, con Ariel Bufano, discípulo directo de Javier Villafañe, además yo había estudiado Bellas Artes". Fue a través de Pablo Medina, biógrafo de Javier y poseedor de un nutrido centro de documentación, que Coco se acercó aún más a la obra del titiritero y hasta llegó a conocerlo personalmente. "El tenía toda la historia de Javier y cuando vuelve del exilio en el 84, Pablo me invita a comer con él. Ese día decidí conseguir toda su obra".
El armado del disco fue, en realidad, una secuencia larga. En su breve época de titiritero, Coco musicalizó tres poemas de Javier. Años, después, en el 2000, se topó en una librería de Corrientes con una edición original de 1947 de El gallo Pinto, que incluía ilustraciones hechas por chicos. "El prólogo me reventó la cabeza -recuerda-, era un tipo que ya en la década del '40 estaba en la vanguardia de la educación por el arte, había estado en las escuelas de puertas abiertas, había juntado en un año 30 mil dibujos de chicos, él plantea ahí cómo dibuja el niño que come y cómo el que no. Y cómo se le despertaba al niño el mundo de la imaginación a través de la palabra".
Cuando en el 2001, la crisis le hizo replantearse el ambicioso proyecto murguero que estaba llevando a cabo, decide musicalizar todo el libro y hacer un disco. Coco cree que los niños deben escuchar poesía. "Debe estar en su formación, después no interesa que sean poetas. Un niño que canta, dibuja, piensa tendrá para el futuro algo en su alforja que va a colaborar con su vida", dice.
A veces algunos mayores temen que los chicos no entiendan ciertos espectáculos poéticos...
Yo lo plantearía como las cosas que hay que probar, esto es como un color más en una paleta absolutamente libre. Es importante que ese niño acuda a la obra de Javier. Le propongo a esa mamá que le recite durante una semana al niño tres minutos antes de irse a dormir y que después me cuente. Si el chico saborea la poesía, después va a ir a otros.
¿Y en la composición tuviste en cuenta que lo escucharían chicos?
Más que nada pensé en los paisajes sonoros, por eso hay una idea de las carretas, de los grillos, de los gatos, que aparecen en el libro de poemas, de contar a través de este paisaje sonoro un cuento. Y he tratado de respetar es que haya instrumentos verdaderos.
El disco fue de alguna forma "testeado". "Al estar en el Momusi -cuenta-, este repertorio lo canté con chicos muchas veces, en Trelew, en festivales infantiles, en escuelas medias, en escuelas pobres, en lugares bravos donde el niño venía y nos pateaba el bombo y esto fue fogueando el material". Fue durante esos "testeos" que surgió la idea de incluir una murga a modo de facilitador. "La murga que compuse es para que las maestras en las escuelas hagan murgas leyendo la obra de Javier -cuenta Coco-. Eso los va a meter en un mundo de fantasía. La idea es que jueguen a la murga y conozcan la obra de Javier".
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