LA NACIÓN | ESPECTÁCULOS
19 de febrero de 1998
Una fiesta pagana
Por Coco Romero
Investigador de música murguera, director de la revista El Corsito y docente de los talleres de murga del Centro Cultural Ricardo Rojas, dependiente de la UBA.
La aparición de la murga en medios audiovisuales y gráficos, en grandes y pequeños festejos, la presencia murguera reciclada por bandas musicales de gran convocatoria o como tema de interés en investigaciones académicas, ha planteado preguntas que escucho en repetidas oportunidades: ¿la murga es una moda?, ¿qué pasa que hay murgas en todos lados?, ¿los sectores medios se apropiaron de un fenómeno que no le era propio? La respuesta es compleja, tiene un poco de todo lo planteado en estos interrogantes y seguramente otros datos que se escapan cuando uno está metido con pasión en el tema.
Desde el espacio de trabajo contaré parte de esa historia con el interés de que aparezcan los otros fragmentos de ese cuerpo de información desparramada, que posibiliten una visión más real y vital del movimiento que gira alrededor de la murga y el carnaval.
En el invierno del 88, junto con Ricardo Santillán Güemes, realizamos en el Centro Cultural Ricardo Rojas un seminario de dos meses que se llamó "Murga, fiesta y cultura". En los encuentros participaron agrupaciones de nuestro carnaval, luego se armaba una charla entre los murgueros y el público presente. La idea intuitiva en ese momento fue crear un ámbito distinto para que otras opiniones se entrecruzaran, se conocieran y divulgaran. Estuvieron presentes en ese ciclo las murgas Los Mocosos de Liniers, Los Reyes del Movimiento, Los Chiflados de Liniers y la comparsa Los Xeneizes de La Boca. Después de cada actuación, el diálogo, el intercambio. Aquel clima impactante en noches de invierno fue la semilla de lo que serían en los años posteriores los talleres de murga -vapuleado término-. A la distancia, recuerdo que el envión para emprender aquella experiencia me lo dio en el año 86 el video emitido por ATC, Mocosos y Chiflados, del realizador Eduardo Mignogna. Me impactó. Las estrofas de viejos temas cantados por Tarantela, los recitados de Lauchín, la bohemia y el entusiasmo de Carmelo y de José Luis Tur pusieron en el aire la magia, la épica de la calle, voz e imagen de nuestros artistas de carnaval. Todo esto provocó un gran revuelo en el barrio de Liniers, por aquellos días. La murga Los Mocosos, que no salía por entonces, volvió a salir, y fue una de las murgas más significativas de los comienzos de la democracia. También fue visionaria, ya que lograron en esos años la incorporación de elementos teatrales y una participación distinta de la mujer, sobre todo en el baile -comparada con las murgas tradicionales- y se anticiparon a lo que vendría con más fuerza hasta nuestros días: la presencia femenina en una entidad fuertemente masculina.
En cuanto al taller en sí, aportaron en un comienzo sus destrezas Teté y Leandro Aguirre y Alberto Ambruzzo. Ese año quedó el nombre de la primera murga del Rojas: Los Quitapenas, que hizo su presentación en el cierre del 90 como agrupación carnavalera y otras yerbas. Otros murguistas pasaron en el siguiente año: Los Chiflados del Abasto, Hueso Ferreira (murga uruguaya), y se sumó al proyecto Tato Serrano. En el primer año de vida, Los Quitapenas contaban con veinte integrantes, entre murguistas y músicos, con los colores de la levita y la gráfica aportada por la pintora Cristina Arraga. Convivían instrumentos armónicos y el bombo con platillo. Otras propuestas darían buen resultado hacia el futuro: la plástica -caras pintadas y galeras-, todo realizado dentro del taller con la colaboración de Graciela Sanz y Gladys Guernica. La puesta en escena de distintos espectáculos nos permitió mostrar esa teatralidad desaprovechada que es la murga. Actuación tras actuación nos posibilitó experimentar, aplicar lo que salía del taller como trabajo grupal y llevar a la práctica lo que se pregonaba: que la murga se desparrame por todos lados con otro criterio. Por esa época resultaba, para algunos, cuanto menos extraño.
Los Quitapenas se independizaron y comenzaron su actividad fuera del lugar que los vio nacer; a partir del 94 se formaron nuevas murgas del Rojas: Traficantes de Matracas, Acalambrados de las Patas, Envasados en Origen, Gambeteando el Empedrado y Tirados a la Marchanta, cada una con su estilo siguen murgueando, muchos de sus integrantes siguen armando murgas e instalando la idea de taller como parte de la premisa inicial: el deseo en estos años ha sido tender el puente entre lo viejo y lo nuevo, sueño y realidad, y sumar a la expresión natural de la murga el aporte de otras disciplinas artísticas.
Esto ha generado discusiones, posturas diferentes, una rivalidad entre murga de taller y centro murga de barrio, pero en los últimos años ha quedado demostrado que las nuevas propuestas han permitido que miles de chicos bailen y canten al ritmo de la murga, se diviertan sin preguntarse si es de barrio o de taller, recuperando el espacio lúdico de nuestros murguistas primitivos. Por ende, el tema se ha instalado no ya en la nostalgia de un tiempo pasado, sino en algo concreto.
Otro tema aglutinante para los grupos de carnaval de esta ciudad es la vuelta de los días de Momo, como espacio festivo; la aparición de sus días en el calendario y la derogación del artículo 3 del decreto 21329 de 1976. Esta bandera ha sido tomada por una gran cantidad de murgas de Capital que realizaron funciones en plazas durante el año último, y permitió una mayor difusión y un importante avance.
Las discusiones seguirán, pero la realidad va modificando el pensamiento. Estos hechos y encuentros van marcando nuevos caminos e instancias impensadas.
Creo que los carnavaleros deberán establecer pautas claras sobre la clasificación de los distintos grupos -murgas, centro murgas, teatro murga, coro murga-, para que cada estilo pueda desarrollarse sin entorpecer al otro.
Los espacios siempre han sido difíciles, hay que pelearlos y ganarlos. Mejorar todo lo posible lo artístico, lo organizativo, la autogestión. El movimiento deberá crecer en calidad y cantidad de protagonistas para hacer posible la fiesta del rey de la burla y el sueño. Espero que la ciudad tenga su fiesta de carnaval y los funcionarios de cultura así lo entiendan, y los grupos no sean utilizados políticamente y tengan un real apoyo.
Quizás estos años hayan sido para prepararse y los años por venir traigan sus frutos para todos los que apostaron a que la murga y el carnaval no se pierdan en el olvido.
La aparición de la murga en medios audiovisuales y gráficos, en grandes y pequeños festejos, la presencia murguera reciclada por bandas musicales de gran convocatoria o como tema de interés en investigaciones académicas, ha planteado preguntas que escucho en repetidas oportunidades: ¿la murga es una moda?, ¿qué pasa que hay murgas en todos lados?, ¿los sectores medios se apropiaron de un fenómeno que no le era propio? La respuesta es compleja, tiene un poco de todo lo planteado en estos interrogantes y seguramente otros datos que se escapan cuando uno está metido con pasión en el tema.
Desde el espacio de trabajo contaré parte de esa historia con el interés de que aparezcan los otros fragmentos de ese cuerpo de información desparramada, que posibiliten una visión más real y vital del movimiento que gira alrededor de la murga y el carnaval.
En el invierno del 88, junto con Ricardo Santillán Güemes, realizamos en el Centro Cultural Ricardo Rojas un seminario de dos meses que se llamó "Murga, fiesta y cultura". En los encuentros participaron agrupaciones de nuestro carnaval, luego se armaba una charla entre los murgueros y el público presente. La idea intuitiva en ese momento fue crear un ámbito distinto para que otras opiniones se entrecruzaran, se conocieran y divulgaran. Estuvieron presentes en ese ciclo las murgas Los Mocosos de Liniers, Los Reyes del Movimiento, Los Chiflados de Liniers y la comparsa Los Xeneizes de La Boca. Después de cada actuación, el diálogo, el intercambio. Aquel clima impactante en noches de invierno fue la semilla de lo que serían en los años posteriores los talleres de murga -vapuleado término-. A la distancia, recuerdo que el envión para emprender aquella experiencia me lo dio en el año 86 el video emitido por ATC, Mocosos y Chiflados, del realizador Eduardo Mignogna. Me impactó. Las estrofas de viejos temas cantados por Tarantela, los recitados de Lauchín, la bohemia y el entusiasmo de Carmelo y de José Luis Tur pusieron en el aire la magia, la épica de la calle, voz e imagen de nuestros artistas de carnaval. Todo esto provocó un gran revuelo en el barrio de Liniers, por aquellos días. La murga Los Mocosos, que no salía por entonces, volvió a salir, y fue una de las murgas más significativas de los comienzos de la democracia. También fue visionaria, ya que lograron en esos años la incorporación de elementos teatrales y una participación distinta de la mujer, sobre todo en el baile -comparada con las murgas tradicionales- y se anticiparon a lo que vendría con más fuerza hasta nuestros días: la presencia femenina en una entidad fuertemente masculina.
En cuanto al taller en sí, aportaron en un comienzo sus destrezas Teté y Leandro Aguirre y Alberto Ambruzzo. Ese año quedó el nombre de la primera murga del Rojas: Los Quitapenas, que hizo su presentación en el cierre del 90 como agrupación carnavalera y otras yerbas. Otros murguistas pasaron en el siguiente año: Los Chiflados del Abasto, Hueso Ferreira (murga uruguaya), y se sumó al proyecto Tato Serrano. En el primer año de vida, Los Quitapenas contaban con veinte integrantes, entre murguistas y músicos, con los colores de la levita y la gráfica aportada por la pintora Cristina Arraga. Convivían instrumentos armónicos y el bombo con platillo. Otras propuestas darían buen resultado hacia el futuro: la plástica -caras pintadas y galeras-, todo realizado dentro del taller con la colaboración de Graciela Sanz y Gladys Guernica. La puesta en escena de distintos espectáculos nos permitió mostrar esa teatralidad desaprovechada que es la murga. Actuación tras actuación nos posibilitó experimentar, aplicar lo que salía del taller como trabajo grupal y llevar a la práctica lo que se pregonaba: que la murga se desparrame por todos lados con otro criterio. Por esa época resultaba, para algunos, cuanto menos extraño.
Los Quitapenas se independizaron y comenzaron su actividad fuera del lugar que los vio nacer; a partir del 94 se formaron nuevas murgas del Rojas: Traficantes de Matracas, Acalambrados de las Patas, Envasados en Origen, Gambeteando el Empedrado y Tirados a la Marchanta, cada una con su estilo siguen murgueando, muchos de sus integrantes siguen armando murgas e instalando la idea de taller como parte de la premisa inicial: el deseo en estos años ha sido tender el puente entre lo viejo y lo nuevo, sueño y realidad, y sumar a la expresión natural de la murga el aporte de otras disciplinas artísticas.
Esto ha generado discusiones, posturas diferentes, una rivalidad entre murga de taller y centro murga de barrio, pero en los últimos años ha quedado demostrado que las nuevas propuestas han permitido que miles de chicos bailen y canten al ritmo de la murga, se diviertan sin preguntarse si es de barrio o de taller, recuperando el espacio lúdico de nuestros murguistas primitivos. Por ende, el tema se ha instalado no ya en la nostalgia de un tiempo pasado, sino en algo concreto.
Otro tema aglutinante para los grupos de carnaval de esta ciudad es la vuelta de los días de Momo, como espacio festivo; la aparición de sus días en el calendario y la derogación del artículo 3 del decreto 21329 de 1976. Esta bandera ha sido tomada por una gran cantidad de murgas de Capital que realizaron funciones en plazas durante el año último, y permitió una mayor difusión y un importante avance.
Las discusiones seguirán, pero la realidad va modificando el pensamiento. Estos hechos y encuentros van marcando nuevos caminos e instancias impensadas.
Creo que los carnavaleros deberán establecer pautas claras sobre la clasificación de los distintos grupos -murgas, centro murgas, teatro murga, coro murga-, para que cada estilo pueda desarrollarse sin entorpecer al otro.
Los espacios siempre han sido difíciles, hay que pelearlos y ganarlos. Mejorar todo lo posible lo artístico, lo organizativo, la autogestión. El movimiento deberá crecer en calidad y cantidad de protagonistas para hacer posible la fiesta del rey de la burla y el sueño. Espero que la ciudad tenga su fiesta de carnaval y los funcionarios de cultura así lo entiendan, y los grupos no sean utilizados políticamente y tengan un real apoyo.
Quizás estos años hayan sido para prepararse y los años por venir traigan sus frutos para todos los que apostaron a que la murga y el carnaval no se pierdan en el olvido.
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