En los últimos tres años se triplicó el número de corsos y comparsas en la ciudad, que desde hoy convocará a 109 agrupaciones y a diez mil murgueros; una guía con lo mejor de aqui y de allá9 de Febrero de 2001
Con bombos y platillos, a partir de esta noche y por cuatro fines de semana, el carnaval y sus agrupaciones vestirán de fiesta las calles de la ciudad. La noticia se parece más a una foto en sepia que a la realidad, pero aunque cueste creerlo, es verdad. Según las estadísticas de la Comisión de Carnaval de la Ciudad de Buenos Aires, el crecimiento de las murgas en los últimos cinco años es más que sugestivo. Basta decir que en 1998 hubo 12 corsos donde intervinieron 42 agrupaciones y 3.500 murgueros, y para cuando finalice el Carnaval 2001, estas cifras se habrán triplicado hasta trepar a los 9700 murgueros, repartidos en los 57 corsos de toda la Capital. No hace falta ser un genio para advertir el cambio.!!! "No existe una causa única para comprender este fenómeno artístico, cultural y social", señala Laura Chertkoff, murguera de Los Quitapenas y miembro de M.U.R.G.A.S. (Murgas Unidas Recuperando y Ganando Alegría Siempre), agrupación que integra la Comisión de Carnaval junto con el Gobierno de la Ciudad.
"La fecha histórica de esta fiesta comprendía los feriados del lunes y martes anteriores al Miércoles de Ceniza, cuarenta días antes de Pascua, pero en 1976 el gobierno militar decretó que era un espectáculo peligroso y lo prohibió. Desde entonces los corsos se replegaron a los clubes de barrio, las sociedades de fomento y, oficialmente, a un prolijo desfile en Avenida de Mayo", sigue Chertkoff.
Con el regreso de la democracia, Coco Romero se sacudió el polvo de las botas y puso en marcha los talleres de murga en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Sus mismos alumnos empezaron a dictar clases en los Centros Culturales Barriales y lentamente empezó a animarse la fiesta.
"Los primeros años fueron de un trabajo tímido, pero de a poco surgieron murgas como Pasión Quemera, Los Quitapenas y Gambeteando el Empedrado, que fueron creciendo hasta independizarse", apunta Romero, uno de los pioneros de esta historia.
En octubre de 1997 se sancionó la ordenanza 52.039 que declaró Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires a las agrupaciones artísticas de carnaval (murgas, comparsas, grupos humorísticos, de percusión, cuerdas de candombe y similares). Así se comprometió al gobierno a facilitar predios municipales como plazas, patios deportivos y centros culturales para realizar los ensayos o actuaciones durante todo el año, incluido un presupuesto para gastos y servicios, y creó la Comisión de Carnaval, que organiza los corsos desde 1998.
Históricamente vinculadas con las clases populares, la historia de las murgas se remonta a los años 40 y 50, cuando las primeras formaciones espontáneas se concentraron principalmente en La Boca, Almagro, Boedo y Palermo. "Había un modo de bailar específico de cada lugar. En la jerga murguera se dice que la gente bailaba Palermo o bailaba Boedo, según la forma de mover los hombros o la manera de resolver ciertos saltos", detalla Chertkoff.
A diferencia de entonces, ahora casi todos los barrios tienen murga propia, al punto tal que este año debutan Los Trastornados de Belgrano, distrito sin antecedentes en este tipo de festejos populares.
Si bien la mayor parte de las agrupaciones que intervienen son murgas, en los últimos años se incorporaron nuevos instrumentos y diferentes disciplinas. "El instrumento tradicional de la murga porteña es el bombo con platillo, pero ahora se sumaron otros tambores como el zurdo, los redoblantes o el repique, que a su vez influenciaron en la manera de desfilar y de bailar", explica Chertkoff.
Todo el año es carnaval
No alcanza con juntarse, dar un par de saltos y memorizar alguna canción de protesta. El trabajo de las comparsas se prepara durante meses antes de salir a la calle: los ensayos, las nuevas coreografías, las letras de las canciones, los apliques de lentejuela y los estandartes.
Es que hay una rutina que toda murga porteña debe cumplir y consta de un desfile de entrada, la función central con una glosa de presentación, varias canciones de neto corte crítico, un homenaje (un tema musical en tono más respetuoso y nostálgico) y la retirada. "Es cierto que las canciones de casi todas las murgas reflejan un aspecto crítico de la sociedad, ésa es la esencia, pero actualmente su espíritu está más vinculado a una liturgia murguera que al surgimiento espontáneo de la protesta. Es un festejo igualador en el que es lícito elevar una queja, pero se la recrea fundamentalmente como un ritual sin demasiadas connotaciones políticas", explica Romero.
El auge de estos últimos años también se alimentó con bandas como Los Piojos, La Mosca, Los Cadillacs, La Bersuit o los Redonditos de Ricota, que últimamente integraron murgas a sus shows y convocaron a un público murguero que, a su vez, se apropia de sus letras. Estas bandas están fuera del circuito de la murga tradicional, pero hicieron posible que hablar del género no resulte tan extraño.
De aquella primera época hoy todavía subsisten algunas agrupaciones legendarias como Los Viciosos del Abasto (1950) o Los Cometas de Boedo (1959), que con más de 150 integrantes son un clásico.
Como el feriado sigue sin reestablecerse, por ahora la fiesta se reparte en cuatro fines de semana. Pero vale la pena estar atentos, porque el personaje fantoche con levita de festejo eterno sigue al acecho, y esconde en sus bolsillos una pistola de agua.
Producción y textos Alejandro Rapetti y Verónica Pagés
Con bombos y platillos, a partir de esta noche y por cuatro fines de semana, el carnaval y sus agrupaciones vestirán de fiesta las calles de la ciudad. La noticia se parece más a una foto en sepia que a la realidad, pero aunque cueste creerlo, es verdad. Según las estadísticas de la Comisión de Carnaval de la Ciudad de Buenos Aires, el crecimiento de las murgas en los últimos cinco años es más que sugestivo. Basta decir que en 1998 hubo 12 corsos donde intervinieron 42 agrupaciones y 3.500 murgueros, y para cuando finalice el Carnaval 2001, estas cifras se habrán triplicado hasta trepar a los 9700 murgueros, repartidos en los 57 corsos de toda la Capital. No hace falta ser un genio para advertir el cambio.!!! "No existe una causa única para comprender este fenómeno artístico, cultural y social", señala Laura Chertkoff, murguera de Los Quitapenas y miembro de M.U.R.G.A.S. (Murgas Unidas Recuperando y Ganando Alegría Siempre), agrupación que integra la Comisión de Carnaval junto con el Gobierno de la Ciudad.
"La fecha histórica de esta fiesta comprendía los feriados del lunes y martes anteriores al Miércoles de Ceniza, cuarenta días antes de Pascua, pero en 1976 el gobierno militar decretó que era un espectáculo peligroso y lo prohibió. Desde entonces los corsos se replegaron a los clubes de barrio, las sociedades de fomento y, oficialmente, a un prolijo desfile en Avenida de Mayo", sigue Chertkoff.
Con el regreso de la democracia, Coco Romero se sacudió el polvo de las botas y puso en marcha los talleres de murga en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Sus mismos alumnos empezaron a dictar clases en los Centros Culturales Barriales y lentamente empezó a animarse la fiesta.
"Los primeros años fueron de un trabajo tímido, pero de a poco surgieron murgas como Pasión Quemera, Los Quitapenas y Gambeteando el Empedrado, que fueron creciendo hasta independizarse", apunta Romero, uno de los pioneros de esta historia.
En octubre de 1997 se sancionó la ordenanza 52.039 que declaró Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires a las agrupaciones artísticas de carnaval (murgas, comparsas, grupos humorísticos, de percusión, cuerdas de candombe y similares). Así se comprometió al gobierno a facilitar predios municipales como plazas, patios deportivos y centros culturales para realizar los ensayos o actuaciones durante todo el año, incluido un presupuesto para gastos y servicios, y creó la Comisión de Carnaval, que organiza los corsos desde 1998.
Históricamente vinculadas con las clases populares, la historia de las murgas se remonta a los años 40 y 50, cuando las primeras formaciones espontáneas se concentraron principalmente en La Boca, Almagro, Boedo y Palermo. "Había un modo de bailar específico de cada lugar. En la jerga murguera se dice que la gente bailaba Palermo o bailaba Boedo, según la forma de mover los hombros o la manera de resolver ciertos saltos", detalla Chertkoff.
A diferencia de entonces, ahora casi todos los barrios tienen murga propia, al punto tal que este año debutan Los Trastornados de Belgrano, distrito sin antecedentes en este tipo de festejos populares.
Si bien la mayor parte de las agrupaciones que intervienen son murgas, en los últimos años se incorporaron nuevos instrumentos y diferentes disciplinas. "El instrumento tradicional de la murga porteña es el bombo con platillo, pero ahora se sumaron otros tambores como el zurdo, los redoblantes o el repique, que a su vez influenciaron en la manera de desfilar y de bailar", explica Chertkoff.
Todo el año es carnaval
No alcanza con juntarse, dar un par de saltos y memorizar alguna canción de protesta. El trabajo de las comparsas se prepara durante meses antes de salir a la calle: los ensayos, las nuevas coreografías, las letras de las canciones, los apliques de lentejuela y los estandartes.
Es que hay una rutina que toda murga porteña debe cumplir y consta de un desfile de entrada, la función central con una glosa de presentación, varias canciones de neto corte crítico, un homenaje (un tema musical en tono más respetuoso y nostálgico) y la retirada. "Es cierto que las canciones de casi todas las murgas reflejan un aspecto crítico de la sociedad, ésa es la esencia, pero actualmente su espíritu está más vinculado a una liturgia murguera que al surgimiento espontáneo de la protesta. Es un festejo igualador en el que es lícito elevar una queja, pero se la recrea fundamentalmente como un ritual sin demasiadas connotaciones políticas", explica Romero.
El auge de estos últimos años también se alimentó con bandas como Los Piojos, La Mosca, Los Cadillacs, La Bersuit o los Redonditos de Ricota, que últimamente integraron murgas a sus shows y convocaron a un público murguero que, a su vez, se apropia de sus letras. Estas bandas están fuera del circuito de la murga tradicional, pero hicieron posible que hablar del género no resulte tan extraño.
De aquella primera época hoy todavía subsisten algunas agrupaciones legendarias como Los Viciosos del Abasto (1950) o Los Cometas de Boedo (1959), que con más de 150 integrantes son un clásico.
Como el feriado sigue sin reestablecerse, por ahora la fiesta se reparte en cuatro fines de semana. Pero vale la pena estar atentos, porque el personaje fantoche con levita de festejo eterno sigue al acecho, y esconde en sus bolsillos una pistola de agua.
Producción y textos Alejandro Rapetti y Verónica Pagés
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